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6 de noviembre de 2015

Escudo de Baal - Llega el Leviathan a Profanus40k



Muy buenas amigos y lectores ocasionales de Profanus40k, tras la salida del fantástico trabajo de la Hora del Lobo que finaliza la campaña de Sanctus Reach, os traigo algo especial que a los fans de los Tiránidos y de las fuerzas especiales del Imperio gustará, el comienzo de la campaña Escudo de Baal: Leviathan, todo su trasfondo inicial, una buena historia de un libro que verá la luz... bueno, no sé cuando pero la verá, en completo castellano. Temed al Gran Devorador...

EL ATAQUE A VITRIA

A finales del 996.M41, antes de que el sistema Cryptus hubiera tenido siquiera conocimiento de la existencia de la amenaza Tiránida, un leve ruego telepático surgido de Vitria llamó la atención del Ordo Tempestus (NdT: similar a Militarum Tempestus, no confundir con inquisición). Vitria era un mundo en el corazón de la región conocida como Cicatriz Roja; aunque los hombres y mujeres del sistema Vitria no eran ajenos a los conflictos, un nuevo enemigo había hecho su aparición en escena. La señal telepática contenía información acerca de asesinos xenos con múltiples extremidades que habitaban en las sombras y que se habían encontrado en la periferia de la capital del planeta. Fue cuestión de horas antes de que los señores del siempre vigilante Ordo Tempestus enviaran a sus agentes en una misión de erradicación.

Tal tarea se había encomendado al Uther Abraxes del 11º de las Águilas Kappa, un hombre para quien el propio concepto de perder de tiempo era blasfemia. En cuestión de segundos el oficial había hecho llamar a sus hombres, que se estaban preparando para la batalla, y había ordenado a su piloto trazar un nuevo rumbo con la astronave el Asalto Punitivo. Abraxes caminó con impaciencia por el pasillo revestido de hierro mientras si servocráneo, hecho con los restos de su predecesor, al quien él mismo había ejecutado por indecorosa vacilación en el cumplimiento del deber, le iba mostrando resumen de los datos. El tono robótico del cráneo relataba que una oleada de disturbios había desestabilizo el control de las autoridades vitrianas y una extraña estática confundía a todos aquellos que intentaban contactar con el planeta mediante mensajes astropáticos. A pesar de que la ramificación más cercana de la Flota Enjambre se encontraba en el Sector Octarius, todo lo que Abraxes escuchaba acerca de las anomalías en Vitria correspondía con lo que inteligencia había asociado a las primeras etapas de una invasión Tiránida.

De camino hacia las lanzaderas de cápsulas de desembarco, Uther Abraxes irrumpió en el Sanctum Navigatoria en el corazón de la nave. Golpeó con su pistola láser sobre el escritorio de caoba curvo del único Navegante del Sanctum, exigiendo una explicación acerca de por qué aquella interferencia psíquica estaba ralentizando su avance. El Navegante era un hombre escuálido y desgarbado llamado Audacius Ghonst. Ghonst se quejó de una alarmante punzada de dolor que arañaba su tercer ojo cada vez que observaba la Disformidad en dirección al sistema Vitria. Avanzar más rápido era algo imposible, protestó, pues corrían el riesgo de quedarse sin las extraordinarias cualidades de aquella capacidad de visión que el Emperador le había otorgado. Ordenar tal cosa y que provocara tales efectos conllevaría ganarse la enemistad con la grandiosa y poderosa casa Ghonst, y sin duda eso provocaría la destitución fulminante y poco ceremoniosa de Abraxes. El Tempestor Prime se abalanzó sobre la mesa del Navegante y agarró la cabeza de Ghonst con ambas manos, golpeándola contra el marco de madera hasta que la oreja del místico no era más que un despojo sangriento. El Navegante dirigiría al Punitivo hacia el corazón de aquella anomalía, explicó Abraxes entre dientes con una mueca de tensión, o sufriría una rápida y humillante muerte en ese mismo instante.

Antes de una hora, el Punitivo aceleraba en dirección a su presa, volviendo al espacio real justo en el límite del sistema Vitria. Tales acciones habían acabado haciendo que Ghonst sufriera un aneurisma paralizante, pero Abraxes simplemente gruñó irritado, diciéndole a los ayudantes del Navegante que si lo deseaban podían hablar con el Officio Prefectus.




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VITRIA
El planeta Vitria fue conocido antiguamente bajo el nombre de Sílica VII, un mundo letal de aullantes tormentas de arena y desolados oasis. Los felinos autóctonos de grandes colmillos que recorrían las dunas eran tan letales que el Adeptus Terra declaró aquel mundo como inhabitable. Sin embargo, a finales del 165.M40, el sol de Vitria sufrió una erupción solar que convirtió aquel mar de arena salvaje en un un mundo de vidrio negro. Tan dramática fue aquella transformación que el planeta no solo cambió de nombre sino que también pasó a ser clasificaco como habitable. Antes de que el planeta se hubiera enfriado nuevamente del todo, el Imperio había eliminado Silica VII de sus registros y los había reemplazado con el nombre de Vitria, un mundo civilizado de roca ígnea y vitrificaciones.

Aunque a primera vista los edificios de Vitria no se diferencian del resto de los que pueden encontrarse por el resto del Imperio, estos ocultan un letal secreto. Las ruinas, las estátuas derrumbadas y los puntiagudos edificios que forman sus paisajes urbanos poseen todos bordes afilados similares a critales astillados. A causa de esto, los ciudadanos vitranos son fácilmente reconocibles por sus múltiples icatrices. Los pocos que suelen llegar a la vejez dicen que la prisa es la mejor manera de suicidarse, y que los atolondrados pronto pierden la cabeza.




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Mientras el Punitivo entraba en la órbita de Vitria, Abraxes silenció las protestas del puente de mando y ordenó a sus Águilas Kappa prepararse para el pre-ataque. Tras llevar a cabo la típica y breve reunión para informar de la misión en los hangares de las valkirias, Abraxes se sentó en la silla de mando a bordo de su nave de asalto, el Persecución Alada. Su técnico de comunicaciones y auspiciador, el Vástago Teratus, estaba estaba rodeado de informes de socorro que surgían por doquier de la capital de Vitria. Efectivamente, había varios relatos apenas legibles acerca de avistamientos xenos en Viopolis. El Persecución lideró al escuadrón a través de la tormenta que cubría la ciudad, un descenso que gracias a los rastreadores de los Tempestus no tuvo mayor complejidad. Teratus utilizó los aúspex modificados del Persecución para escanear los edificios abandonados de los Muelles Marivit. El instinto de caza del auspiciador provó ser correcto de nuevo; había decenas de señales térmicas en los plateados muelles, y también había puntos verdes que se desplazaban a una velocidad sobrehumana. Estas lecturas eran más débiles que las termales de los ciudadanos de sangre caliente, y sus contornos dispersos mostraban que poseían múltiples miembros. El labio superior de Abraxes se flexionó mostrando su disgusto mientras sobrevolaban los muelles y el vasto océano de vídrio de Viopolis. 

Las sospechas del comisariado eran correctas. El Tempestor Prime gritó sus órdenes para que la escuadra de valkirias se pusiera en rumbo de intercepción; las naves viraron bruscamente, despegandose del paisaje marino mientras ponían rumbo a los muelles de Viopolis. El Tempestor Prime creía en la ventaja que suponía el empleo del ataque sorpresa y hacerlo coordinadamente era crucial. Volviéndose sobre su silla de mando, hizo una rápida inspección visual de sus hombres. Asintió secamente cuando comprobó que estaban listos y preparados, como siempre, sin un solo dedo o cordón fuera de lugar. Los transportes valkiria se acercaron al lugar por encima de las afiladas puntas de los edificios y las almenas de los muelles. No redujeron su velocidad mientras sus puertas se abrían y los Vástagos Tempestus se lanzaban de dos en dos, con Abraxes al frente.

Los soldados de asalto se giraron mientras descendían en el aire antes de activar sus paracaídas gravíticos, adoptando una postura de ataque vertical, descendiendo con las piernas cruzadas y sus rifles láser sobrecargados apuntando hacia abajo. Tal era la precisión con la que se dispersaron que formaron una forma cuadrada perfectamente geométrica en el cielo, y muchos de los ciudadanos viopolitanos se quedaron mirándoles con asombro. La cegadora salva de disparos efectuada por las escuadras de Vástagos en descenso comenzó mucho antes de que la primera de sus botas tocara el suelo. Los disparos de precisión atravesaron la oscuridad de las estructuras de los muelles, reduciendo los techos a cuñas triangulares de vidrio. Las figuras xenos fueron reveladas bajo cada una de aquellas cúpulas destrozadas, con aquellas criaturas dispersándose a toda prisa, como insectos, bajo la luz de los focos del Persecución. Pese a ello, los Tiránidos eran demasiado lentos para escapar a la repentina furia del ataque de los Vástagos Tempestus. Varios fueron empalados o aplastados por los escombros que se desprendian de los tejados de los muelles. Muchos más de ellos fueron acribillados por los punzantes láseres de los Vástagos que seguían descendiendo. 

Para cuando Abraxes y sus escuadra cayeron sobre los escombros, cerca de una decena de destrozados cadáveres xenos yacían humeantes en charcos de sus propios fluidos. Las criaturas eran Genestealers, sin duda; viciosos horrores garrudos que figuraban en los registros del Ordo como un híbrido entre humano y Tiránido. Su existencia era una ofensa a la propia existencia de la Humanidad que revolvía el estómago, pero jamás debian ser subestimados como enemigos. El resto de aquella horrenda progenie había huido de vuelta a las sombras, aunque los aúspex de Teratus parpadeaban con desalentadora frecuencia mientras mostraban la ubicación de más criaturas en las proximidades. Agazapados tras una estatua con dos brazos adicionales pintados con spray sobre su pecho, Abraxes consultó los datos que Teratus le iba transmitiendo en su monitor digital. Dos de las señales térmicas de los xenos eran mucho mayores que el resto, uno se hallaba cerca y la otra señal era apenas perceptible, escondida en el interior de las ruinas y que había pasado casi desapercibida durante el descenso sobre el planeta.

Con los ojos entrecerrados, el Tempestor Prime ordenó situarse en rumbo de intercepción de la figura más cercana; los Militarum Tempestus se abrieron paso a través de la oscuridad y los polvorientos túneles sección tras sección, con sus armas apoyadas en el hombro. Cuando Abraxes condujo a sus hombres por la penumbra de un abovedado atrio en ruinas, los Genestealer salieron de entre las sombras como si reaccionaran ante alguna especie de señal desconocida. Los Vástagos Tempestus, de sobra acostumbrados a bloquear las salidas de cualquier zona en la que entraban, pusieron sus tácticas de disparo en práctica. Los destellos de luz roja fueron disparados, haciendo que el propio aire chisporroteara. Las bulbosas cabezas empezaron a reventar, los torsos llenos de surcos fueron atravesados y los brazos acabados en garras cercenados a la altura de los hombros. Pero por cada Tiránido que caía hecho un despojo al suelo, otro se lanzaba a la carga tras él. De repente, un Genestealer, de tamaño tres veces superior a cualquiera de los de su progenie, se precipitó gritando desde uno de los pisos superiores que rodeaban el atrio. 

Abraxes y sus hombres no hicieron más que retroceder ordenadamente, pues tenían muchas otras amenazas más cercanas que neutralizar. Los patrones de fuego cerrado se intercambiaron, formando una maraña de muerte de color rubí que segó a los Genestealers cercanos mientras su bestial líder seguía abalanzándose a la refriega. La siguiente oleada estaba casi sobre ellos; El Vástago Langnus murió convertido en un charco de sangre cuando un Genestealer le agarró de los miembros con sus cuatro garras y descuartizó su cuerpo. La petición de apoyo del Vástago Dechius fue acallada en seco cuando la garra de un Tiránido le arrancó la garganta, así como gran parte de su columna vertebral. El Vástago Eradicus vio como su placa pectoral de ceramita salía disparada y una garra con cuchillas como dagas se clavaba en su corazón.

Los Vástagos se defendieron con una eficiencia estoica. Los xenos eran veloces; sólo el recuerdo de su brutal entrenamiento mantenía a los Vástagos en aquel combate. Cerraron su formación más y más, estrechándose cada vez. Las precisas descargas de disparos, las puñaladas con cuchillos de combate y los guanteletes blindados combinaron sus ataques para mantener a los alienígenas a raya. En un lado, un Vástago se agachaba para dejar que un compañero hiciera explotar a un Tiránido que se acercaba demasiado, en otro, un Tempestor blandía su espada de energía para amputar una garra que iba directa hacia sus hombres. Teratus emitió una señal de alarma una fracción de segundo antes de que un líder de progenie descomunal se estrellara contra los Vástagos. Sus miembros acabados en cuchillas arrebataron las armas y decapitaron a los soldados con una destreza asombrosa. Algo en aquella cosa era tan enervante que hasta el propio Abraxes contuvo el aliento. Su piel se puso de punta bajo su uniforme como si tuviera vida propia y las runas mortis empezaron a brotar por todo el visor del casco, cada uno de ellos indicando que se había producido una baja entre sus hombres. Una intensa ira hizo alejarte todas las nubes de miedo que se cernían sobre él; el Tempestor Prime cogió una maza de energía ornamentada de debajo de su capa.

Abraxes saltó por encima del desmembrado cadáver de Langnus y lanzó un golpe con su arma de energía contra el desproporcionado cráneo de aquella gigantesca bestia. Incluso a pesar de estar de que el líder de progenie estaba descuartizando al Vástago Grestus, sus reflejos se mostraron temiblemente veloces. La bestia disparó un impacto de su garra, golpeando a Abraxes a la altura del hombro. Sus cuchillas se incrustaron en el brazo del Tempestor aunque en el proceso, el líder de progenie había dejado expuesta su cabeza durante unos instantes. Era todo lo que Abraxes necesitaba; alzó su otro brazo, que había tenido escondido bajo la capa, y estrelló un puñal largo justo entre los ojos del monstruo. Era una artimaña que ya había empleado para acabar con reyes traidores y señores de la guerra por igual. El líder de progenie se desplomó en el suelo entre un montón de sonidos de crujir de quitina mientras Abraxes se anotaba una de aquellas bestias-líder Tiránidas a su cuenta de bajas. Un coro de gritos procedente de las criaturas que infestaban los edificios de los muelles provocó un intenso eco, inquietando a todos los humanos con su angustioso llanto. Los Vástagos se armaron de valor ante sus consternados enemigos, golpeando y cargando contra el resto de Genestealers hasta que consiguieron interponer entre ellos y los aliens unos preciosos metros en los que poder dar mejor uso a sus armas de disparo. El fuego láser sobrecargado destelló una vez más, saturando el aire con el hedor a carne xenos chamuscada.

Sin siquiera mirar atrás, los Vástagos se dispusieron de nuevo pues recibían un nuevo grupo de contactos. Los paracaídas gravíticos golpearon contra las placas de ceramita a medida que los soldados formaban hexágonos defensivos. Era una formación que habían practicado juntos cada día desde su niñez en la Schola Progenitum y jamás les había fallado. En grupos de dos o tres Genestealers estos se fueron lanzando a por ellos; donde uno de los Vástagos fallaba al intentar hacer morder el polvo a un enemigo, un compañero lanzaba un disparo de energía que atravesaba al xenos. Los Genestealers cayeron sobre ellos desde arriba, atacándoles desde nuevas direcciones, aunque en todas aquellas ocasiones Teratus les avisaba mediante señales de alarma justo a tiempo para que estos pudieran acabar con los enemigos nada más surgieran de entre las sombras. En una formación apretada, las tropas se movieron por el borde del atrio, matando más y más xenos a cada segundo que pasaba. Algunos iban mirando hacia el centro de la cámara mientras avanzaban codo con codo con los que iban cerca de los muros a sus espaldas. Más Genestealers fueron brotando de entre las sombras pero no eran rival ante la pantalla de disparos que los Vástagos habían formado. Los ataques se fueron haciendo menos frecuentes cada vez y, de repente, cesaron tan súbitamente como habían comenzado. El único sonido que quedaba en el atrio fue el repicar de los sistemas de refrigeración de los rifles láser.

Rodeados por un semicírculo de xenos muertos, los Vástagos se mantenían en alerta. Ni un solo músculo se movió, ni una sola palabra se pronunció. Los segundos se volvieron minutos pero no surgieron de la oscuridad más caras con dientes como agujas ni cayeron más alienígenas aullantes desde los niveles superiores. Todo estaba en calma. El único movimiento que quedaba era el de los rastros de polvo de vidrio que se movía por entre los montones de cadáveres bajo la luz de la luna. Tras una breve señal de su oficial, los Vástagos empezaron a comprobar de forma sistemática los cadáveres de los xenos. Certeros disparos de ejecución atravesaron los cráneos de todos aquellos que aún podían albergar el menor indicio de vida en su interior. Abraxes ordenó a Teratus que ampliara el rango de sus aúspex al máximo. Su informe fue prosaico, como siempre: ni un solo signo termal de Genestealer merodeaba por los muelles. En verdad, no había signos en varios kilómetros a la redonda.

Abraxes revisó su dispositivo digital con una mirada vigilante, pues su instinto le decía que la batalla no había acabado todavía. Una débil señal parpadeó en el borde del visor del cascos del oficial, es más, no llegó siquiera a ser un parpadeo. Era un destellito que la mayoría de oficiales imperiales hubiera desdeñado como si fuera un problema técnico o un breve desajuste en el espíritu máquina del dispositivo. Pero Uther Abraxes no era un oficial corriente. Convocando a sus hombres con un chasquido de los dedos de su guantelete, el Tempestor Prime lideró el avance.




Abraxes comprobó las esquinas mientras se deslizaba por los polvorientos pasillos de aquellos abovedados muelles. Sentir la empuñadura de su pistola láser sobrecargada en la palma de la mano le tranquilizaba a pesar de que su hombro herido ardía bajo la tira plagada de anestésicos que se había aplicado a toda prisa. Desde su promoción a Tempestor Prime, tenía hombres que comprobaran las rutas por él, pero las viejas costumbres nunca mueren. El entrenamiento del Militarum Tempestus estaba tan arraigado en su ser que los protocolos no podrían hacer que los olvidara. Para él era como respirar. El Tempestor Prime se permitió un pequeño gesto y los hombres que avanzaban en una ordenada falange tras él quedaron todos sumidos en un intenso silencio.

Considerando que todos estaban embutidos de pies a cabeza en ceramita y armaplas, se supone que debían ser tan ruidosos como una escuadra antidisturbios de los Arbites pero, en vez de ello, probaron ser tan fluidos sus movimientos que solo se escuchaba el susurro del roce de las telas. Tras comprobar su dispositivo digital para confirmar que todos sus hombres operaban con plena eficiencia, Abraxes escaneó la oscuridad que se cernía ante él. Levantó una mano para detener el avance mientras evaluaba las rutas a seguir. Los goteos de agua salada y los ocasionales chasqueos suaves de la retransmisión del aúspex de Teratus eran los únicos sonidos que quebraban el silencio reinante. Abraxes podía oler el hedor aceitoso de los cercanos Muelles Marivit a través de las conexiones de su casco. Había un rastro de sangre humana mezclado en aquel hedor, y algo más, un olor acre que se incrustó desagradablemente en su cerebro. Hubo un ligero movimiento sobre la muñeca de Abraxes y este se giró e hizo el gesto para que le informaran. Al instante, un par de Vástagos formaron a sus flancos para cubrirle, con sus rifles láser sobrecargados apuntando hacia los corredores plagados de sombras.

Señor, aconsejo prestar atención al nor-noroseste. Firmado Teratus.

Continúa con el informe, aprisa. Firmado Abraxes. La irritación estaba quedando patente en sus gestos.

Signos vitales humanos localizados cerca de una anomalía, y están disminuyendo. Transmitiendo información.

Abraxes se tensó cuando la ubicación que le indicaba Teratus se reflejó en su dispositivo. Estaba a menos de diez metros. Tal y como afirmaba el oficial de comunicaciones, se estaban desvaneciendo las señales vitales humanas, formando un punto azulado en el centro de una estructura cilíndrica cercana. Lo que Abraxes había supuesto que sería una chimenea ancha o un conducto de mantenimiento resultó ser, tras una inspección cercana, una habitación con su parte superior abierta a las estrellas del firmamento. En ella se hallaba un humano moribundo y, si la vaga mancha a su alrededor tenía algo que ver, su asesino. El Tempestor Prime extendió una mano con tres dedos extendidos señalando a los hombres más grandes de su ecuadra. Los tres dieron un paso al frente, mientras le flanqueaban obedientemente mientras recorrían el corredor. En un instante, la habitación se hallaba ante ellos tras un muro cubierto de pintadas. Abraxes sacó algo de debajo de su capa y, tras quitar un ladrillo de aquel muro con su puñal largo, lo sustituyó por una granada de penetración. Dio un paso atrás e instó a sus hombres a hacer lo mismo. Los dedos de su guantelete empezaron la cuenta atrás: cinco... cuatro... tres... dos...

Al llegar a uno, la granada detonó provocando un estruendo ensordecedor. Instantes después, Abraxes y sus Vástagos atravesaban el muro con una fuerza similar a la de un escuadrón de Ogretes a la carga. Una sección entera del muro de vidrio se desplomó hacia fuera y Abraxes y sus hombres se lanzaron al frente, agachados con el arma lista para disparar. El Tempestor Prime oteó sus alrededores en un solo segundo, pero tal visión le acompañaría hasta el día de su muerte.


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Allí, bajo la luz de la luna, brillaba una forma de vida Tiránida, con miembros imposiblemente largos y cubierto de espinas desde la cabeza hasta las pezuñas rematadas con garras. El monstruo retiraba los zarcillos de su boca de las fosas nasales de la figura, de vestimentas similares a las de un astrópata. Abraxes sintió como la bilis le llegaba a la boca mientras se daba cuenta de que aquello era un lictor, un organismo roba-mentes de los Tiránidos. Cada uno de sus tentáculos bucales estaba recubierto de material cerebral, brillando con tonos rosáceos y grises a la luz de la luna. La víctima de la criatura estaba gimiendo y retorciéndose débilmente mientras la bestia xenos lo acunaba como una madre haría con un hijo enfermo. Como uno solo, las tropas de asalto abrieron fuego pero la bestia era rápida como el rayo. Alguna propiedad camaleónica de su piel hizo que fuera difícil acertarle. En un instante, ya estaba entre ellos con sus cuchillas parecidas a las de las mantis cortando y apuñalando. Sus miembros secundarios arañaron y se cerraron sobre la garganta del Vástago más cercano. Abraxes dio un paso atrás en aquel corredor, tirando por la borda todas sus tácticas sigilosas mientras gritaba exigiendo refuerzos por el comunicador. Sus hombres se plantaron codo con codo para protegerle, formando un muro de carne y armaduras donde antes estuviera un muro de vidrio. Pudo escuchar a los que estaban al frente ser aplastados contra el astillado suelo por los agitados miembros de aquella espantosa bestia. El resto mantenía la sangre fría, disparando una descarga tras otra contra el torso de la criatura. Abraxes captó un destello de movimiento mientras el Lictor saltaba verticalmente fuera de aquella cámara cilíndrica. Trepó hasta arriba del todo y se fue.




La cámara retumbó con fuerza y la luna desapareció; el ruido de los motores resonó por aquella estructura y Abraxes escuchó el golpeteo de los proyectiles de bólter pesado. Un segundo después, la bestia xenos de miembros alargados se derrumbó ante ellos, con sus miembros bucales parecidos a tentáculos golpeando las escarpadas paredes. Una de las mitades de su cadáver se precipitó sobre las baldosas de la cámara con un crujido satisfactorio. El Tempestor Prime sacó su maza de energía adornada con calaveras mientras su valkiria con refuerzos le sobrevolaba. Con un único y contundente golpe convirtió en papilla la cabeza llena de tentáculos de aquella bestia, sólo para asegurarse.

'Muy bien, Águilas' dijo Uther Abraxes con tono neutro. 'Iniciad el protocolo de limpieza'. La mitad de los hombres del Tempestor Prime empezaron a recoger los restos de los muertos mientras el resto permanecía en alerta máxima, comprobando las lecturas y atentos a cualquier sonido de raspar de garras en la distancia. El médico, Arobedian, se dispuso a atender a los heridos mientras Abraxes se dedicaba un instante a investigar aquella cámara. Había palabras escritas con sangre por las paredes; echó un vistazo más cercano, leyendo frases inconexas acerca de infinitos asesinos del vacío, que creaban la muerte a partir de la carne y otras acerca de un gran devorador al que no se le podrá arrebatar su festín. Una palabra destacaba en todo aquel delirio, una y otra vez: Cryptus. Era el nombre de un sistema solar binario que Abraxes pudo observar en el cielo sobre él, un sistema tan poblado por la vida humana que sería irresistible para la raza Tiránida. 

Miles de millones de almas ignorantes de su destino, aisladas del Imperio por la estática de la alienígena Mente Enjambre y listas para ser masacradas. Una fría sensación descendió por los hombros de Abraxes como si un manto de hielo hubiera cubierto su espalda. Alzó su dispositivo digital y pulsó la runa para contactar con el Comisariado.

13 comentarios:

  1. Como te quiero Marauder! Mis queridos tiránidos desean similar te para tener tu sapiencia.
    En serio, sois los mejores. Seguir así, perdona que no respondiera el correo que me mandaste si algún día pudiera me encantaría ayudaros con algún tema del imperial armour pero lo veo ahora complicado

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    1. Jajajaja, nada nada hombre. No te preocupes.

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    2. Ostras, es cierto. ¿Habeis pensado traducir los Imperial Armour y aun mejor los libros de la Herejia?
      Yo el ingles cortito con sifon, pero os puedo pasar los libros en pdf que creo que los tengo por hay.
      Se que es pedir demasiado pero... :-(
      En cuanto al relato genial como siempre. Ojala avanzara un poco el trasfondo,aunque viendo el fantasy no se yo, Baal esta asediada por demonios, orkos y tiranidos y Deliverance esta en el camino de un enorme Waaghh!!! Pero al final como todo estara asi por años.

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    3. Creo que hau una pagina llamada adeptus (mira en nuestro buscador, le hicimos una entrada) donde un chaval ha traducido muchos libros de warhammer, quizas ahí encuentres lo que buscas

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    4. Aa creo que se llama adeptus traslate pero creo que era sobre todo de las novelas, hace meses que no la visito, aunque tampoco lo hacia demasiado.

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  2. Grande!!

    Mis tiránidos van a tener chuches nuevas jejeje

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    1. Chuches no sé, pero campaña sí, de fijo. Que yo la hora del lobo no la usaré mucho pero de esta campaña tengo todos los ejercitos :3 que ganas (aunque me dijeron que el libro en inglés es un tocho)

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  3. Que maravilla! Aunque esto de que en cada historia las criaturas tiranidas siempre acaben mordiendo el polvo no me acaba de convencer jajaja...
    Estoy ansioso por ver esa campaña! Un saludo muy grande!

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    1. En verdad depende, hay muchas en las que ganan pero esas dan menos detalles (no queda nadie pa contarlo) jejeje. Gracias por pasarte Mundo Xeno, espero que te gustaran la de sanctus reach y tambien tenemos la de octarius, echa un ojo en "descargas"

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    2. No se yo si me queda algún material vuestro sin descargar, tengo una carpeta con vuestro nombre con historias, campañas y codex traducidos jejeje.
      Un saludo!

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    3. Jaja yo tambien tengo una carpeta con el nombrw del blog jejeje

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