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25 de octubre de 2015

Relato - Última batalla de Keltor, Campaña de Octarius

"Keltor murió finalmente"

Muy buenas a todos los lectores de Profanus40k. Hoy llega un relato sobre el videoinforme de la Campaña de Octarius que jugamos Marauder y yo este fin de semana. Está dividido en tres partes y contiene una buena cantidad de chascarrillos, palabras malsonantes y cozaz Orkaz.

Augurios de gloria

1. Un fatal desenlace

            La patrulla grechin, viendo que la tormenta había empeorado lo suficiente como para que hasta el snolting más estúpido se diese cuenta de que había que resguardarse, había decidido hacer un alto de considerable tiempo en su tarea de reconocimiento.
            -Vamoz, tú –dijo el cabecilla-, haz un fuego. Noz quedaremoz en esta cueva rocoza a dezcanzar.
            Pasaron las horas, y no sabían si era por el fuerte viento, por premonición de estar en un mal lugar o esos silbidos que el aire lanzaba por la cavidad rocosa, pero algunos empezaron a sentirse nerviosos.
            -Jefe, mi zentido de la autoconzervación me dice que algo no va bien.
            -¿Y ké paza Rigrotk? Habla o te zacaré la información con este huezo aztillado.
            Ante tal amenaza, el subordinado no tuvo más remedio que bajar la cabeza y, rozando el suelo con su bota izquierda, planteó sus preocupaciones.
            -Loz muchachoz están nerviozoz. Malkuz hace un rato que ze fue a investigar la cueva y no ha vuelto y ze oyen ruidoz extrañoz, no tan eztraños como loz del extrambótiko, pero si para alarmarze, porque estamos zoloz.
            Rikkit, vaciló sobre su recostada pose. Estaba seguro de que no era importante, y ya era hora de dormir de todos modos, pero aun así, y porque había que demostrar constantemente iniciativa para alejar la tentación del motín, decidió intervenir personalmente.
            -Muy bien Rigrotk. Pues vamos tú y yo a dar un pazeo. ¡Vozotros, atajo de cobardez –gritó a la grechidumbre- montaz guardiaz y eztaz alerta!
            El subalterno tragó saliva, pero prefirió al menos estar con alguien a que le hubiesen enviado sólo. Deambularon por los túneles durante un buen rato.
            -¿Qué raro? Estas galeriaz antes no estaban.
            -Imaginacionez tuyaz Rigrotk –dijo entre tontas risas Rikkit-, vamos, seguro que ez por akí…
            Tras vagar en la oscuridad y discutir mil veces la dirección que tomar sin prestar atención definitiva a sus pasos, oyeron un siseo tan horrible que decidieron pararse atónitos.
            -¿Malkuz? –preguntó entre sudores fríos Rikkit.
            El siseo se convirtió en gruñidos escalofriantes. Ante su pasmo, decenas de pares de rojizos ojos aparecieron en la oscuridad en frente de ellos. Ambos temblaron durante unos instantes y Rikkit preparó su clásica pose de huir corriendo hasta vomitar. Rigrotk no pudo ni eso. Unas garras espeluznantes lo atraparon y lo condujeron hacia la oscuridad mientras arañaba la tierra suplicando por su penosa vida.
            -¡¡TÚ TRANKI, QUE VOY A POR REFUERZOZ!!
            Los gritos de pánico, dolor, huesos al crujir y aullidos grotescos hicieron que la huída de Rikkit se conviertiese en una carrera desenfrenada por volver a ver la mortecina luz del sol de Keltor. No estaba seguro de cómo podía correr tanto, pero lo achacó a que Gorko y Morko debían tener planes para él, aunque muy probablemente la adrenalina de su cuerpo tuvo algo que ver. Se recorrió todos los túneles, volvió al punto de encuentro y, tras ver el cadáver destrozado de Malkuz y los restos de Rigrotk, volvió a empezar la carrera aun más asustado. Volvió finalmente al punto de partida y sólo vio unas extrañas pisadas, algo de sangre y ni rastro de sus camaradas.
            Pero volvió a sentir los arañazos en la roca y una frenética carrera para cazarle, y como obviamente era muy mala idea quedarse allí, tuvo la aun más desastrosa idea de salir corriendo al desierto en mitad de la tormenta nocturna. Sólo esperaba al menos dar la alarma de que las inmediaciones no eran seguras.



2. Noticias interesantes

            El Kaudillo Ayu, llamado el Rey al conquistar parte del sector Assis y someter a sus poblaciones por derecho divino, estaba muy ocupado intentando ponerse cómodo en su trono anclado en su centro de mando móvil en mitad del desierto de restos de chatarra. El imponente vehículo, hecho a partir de restos de vehículos de asalto de los marines espaciales que se habían atrevido a desafiar su posición, rechinaba y lanzaba nubes de humo negro mientras el resto de las secciones motorizadas preparaban el campamento con hogueras y tiendas de campaña.
            -Maldita zea Pib –dijo a su snolting artillero-, me pica el culo y no puedo rascarme con la megaamadura. A ver si tu puedez…
            Mientras se relajaba con la búsqueda de Pib de esos molestos picores, lanzó un vociferio para que todo el campamento supiese que estaba incómodo y para que preparasen un buen asado para celebrar la victoria de hace unos días. La carne fue pasando de bandeja en bandeja por los improvisados barracones mientras los pitidos de vehículo se mezclaban con tambores, haciendo retumbar la noche con una vibración que se podía sentir a kilómetros de distancia.
            Cuando la pitanza orka ya estaba hecha, y tras varios barriles de cerveza de hongo bien vaciados, la fiesta se fue tornando en relajadas broncas de borrachos. Pero Ayu se sentía insatisfecho. Los humanos no habían aportado nada de diversión, la carne le estaba sosa y le volvía a picar el culo. Estaba a punto de explotar de rabia cuando los garrapatos avisaron con sus ladridos de la proximidad de algo, o tal vez se peleaban entre ellos por los restos. Sea como fuese, a pesar de las guardias de soldados borrachos y nobles somnolientos artos de licor de duras hierbas, el snolting del castillo de cabeza del Kaudillo dio con una vocecilla la voz de alarma de que efectivamente algo se acercaba en la noche.
            El Kaudillo, que sólo podía pensar en sus molestos picores de cuartos traseros, en un arrebato, lo lanzó en la dirección que le indicó. Tras volar por todo el campamento, aterrizó contra el barro. Asustado, vislumbró en la oscuridad una figura que se arrastraba y entonces sacó su tirachinas de dinamita y, tembloroso, aguardó a ver de quién se trataba. Era un grechin explorador cansado, que apenas tenía fuerzas para arrastrarse. Avanzó hasta estar a un metro y luego mostró desmayo. El snolting, con cautela, se aproximó a él, le sacudió insignificantes patadas y empezó a despojarlo de objetos de dudosa utilidad. El grechin lo cogió por el pescuezo y este, con el terror en su mirada, contempló al debilitado explorador.
            -¡El jefe, ya! –Exclamó antes de desmayarse.
            Un orko se acercó a ambos y los cogió para dejarlos caer cuales sacos de patatas ante el caudillo, que bajó de un salto de su trono mientras el snolting escalaba rápidamente hasta la torr de la cabeza de éste.
            -¡Vaya, parece que la coza ze pone interesante!
            Todos se arrejuntaron ante el caudillo. Los que dormían fueron despertados a patadas, los borrachos acudieron con lo primero que tuvieron a mano y los atentos con las motosierras y las pipas. Todo indicaba que pronto abría zurra para todos.
            Las incoherentes explicaciones del grechin, unidas a su exagerada imaginación propia de un demente, alegraron la noche al caudillo.
            -¡Mu bien muchachoz, preparaoz para laz ostiaz! ¡WAAAGH!



3. ¡Basta ya de esperar!

            Los preparativos de guerra habían finalizado. El Kaudillo había reunido a sus nobles y era el momento de actuar. Los flancos del Tormento de Gorko, el carro de guerra del Kaudillo, estarían escoltados por las lataz de Ormuz, el mecánico, mientras que el resto de las fuerzas estarían repartidas por el otro flanco, entre la escolta de nobles con megaarmaduras y los siempre sonrientes pirómanos. Sin duda había un gran jolgorio en las ruinas de la gasolinera mientras se aprovechaban los últimos reductos de combustible fósiles cortesía del imperio del hombre. Pero algo inquietaba a Ormuz.
            -Ezto, feje, mi boquiche tele indicador mueztra un barrido de la zona con muchas galeriaz bajo nosotros, y hace díaz no estaban allí. Loz bichoz podrían uzarlaz en nuestra contra. Creo que zaben que vamos.
            -Bien, bien, zino esto sería otra zecepción. Loz bichoz no ze retiran, por fin algo digno de mi.
            -…Pero jefe, loz bichoz tienen bichoz gordoz, muy duroz…y…
            El Kaudillo se le puso delante con pose altiva y desafiante.
            -¡He dicho propio de mi!
            Amanecía, y la euforia era tal que al vocerío se le unían los tambores adosados a la megafonía de los grandes vehículos de guerra, flanqueados por locos del motor en destartalados camiones de dudosa resistencia. Cuando los tiránidos se mostraron más allá del puente derruido, Ayu sintió que por fin iba a ser un buen día. Entonces ordenó que se pusiese en práctica su estrategia (la única) de punta de lanza. El objetivo era cargar, pero no una carga cualquiera, una carga gloriosa con sus muchachos bañados por el sol y la simpatía de Groko. Nada podía falla.
            Los tirándidos, dirigidos por un tiránido que sobresalía, tal vez un líder, avanzaban como un enjambre organizado. Ayu vio que eran inferiores en número y sonrió, porque les iba a meter una paliza descomunal. Hoy iba a haber palos, y él metería unos cuantos.
            Los orkos empezaron a disparar a lo loco, sin ningún orden preestablecido. Las balas se mezclaron con los gritos, cohetes y otros objetos contundentes lanzados a lo bestia por aquellos que no pudieron costearse un arma de proyectiles. De hecho, los tiránidos empezaron a caer, y Ayu ordenó el alto el fuego (totalmente ignorado) temiendo que se quedaría sin un buen cuerpo a cuerpo. La avanzadilla tiránida había sido sacudida y eso enfureció a Ayu, que no quería disparar ni que nadie lo hiciese, quería el combate cuerpo a cuerpo, y empezó a lanzar miradas furiosas al campo de batalla.
            Decepcionado, vio cómo los alienígenas giraban a un flanco, que entendieron los orkos como retirada, por lo que también viraron con los vehículos, pero el cielo se cubrió con varias bolsas carnosas que se precipitaron hasta chocar contra el suelo tras la columna blindada.
            -¿Qué ez eze globo carnozo mek? –preguntó un cohetero del otro carro de guerra Fauces de la ira.
            -Nada bueno, azí que a darle con todo. ¡Vamoz muchachoz, que no ze diga que no zabemos hacerlo bien!
            Los tiros saltaron en todas direcciones, y por inercia, todo el convoy piel verde estaba sacudido por la violencia y disparos a todas partes, con fogonazos de lanzallamas y risas dementes. De las cápsulas carnosas salieron decenas de genestealers que se lanzaron al combate contra las latas, las cuales, aun vacilando, empezaron a soltar golpes a diestro y siniestro.
            -¡¡Jefe, jefe, mire esos colozoz con garraz afiladaz!! – Dijo el conductor de Tormento de Gorko.
            Ayu no era imbécil. Por alguna casualidad del cosmos, tenía dos dedos de frente tras esa barroca megarmadura, y ya se había informado acerca de estos rivales. Había que matar a su líder, pero también quería liarse a golpes con esos mamuths furiosos. Lanzó a sus meganobles y a sus mejores soldados contra la horda de seres escurridizos que escoltaban al líder del enjambre y para entretener a sus reservas que golpeaban a su flanco izquierdo hizo aparecer a su as bajo la manga: Loz Pichonez de Kruj, pero los pichones no hicieron nada bien por desgracia, faltos de coordinación por la tormenta y de habilidad contra los genestealers.
            La tormenta reapareció por las laderas cercanas con un aspecto apocalíptico y Ayu, quedando asombrado ante la gran batalla, los tiros, el caos de golpes y los gritos de muerte y destrucción, ante tal evidencia de la grandiosidad bélica, ya estaba satisfecho.
            -¡QUÉ DÍA, QUE GRAN DÍA!
            Ormuz tuvo que desembarcar con su unidad de especialistas en explosivos ante el destrozo de los tiránidos causado a Fauces de la Ira. Entonces el suelo tembló y apareció lanzando rocas volando un monstruoso gusano de garras afiladas que abrió una colosal mandíbula desafiante. Era hora de hacer volar algo gordo a base de explosivos. Salieron victoriosos los chicos de Ormuz, pero los genestealers se habían cebado con el flanco derecho. Las lataz eran ya pasto de la furia de los alienígenas y corrían a por ellos, lo que les obligó a resguardecerse en un cementerío de despojos industriales, pero fue inútil. Ormuz fue alcanzado por los genestealers y el pánico cundió entre la tropa, deshecha y dividida.
            Por otro lado a unos kilómetros de allí, Ayu se sentía victorioso, tenía en sus manos la cabeza del líder alienígena y extraños comportamientos se empezaron a percibir entre los tiránidos, faltos de la coordinación de la psinápsis requerida, y los carnifexes vacilaron.
            Los orkos se arrejuntaron ante su caudillo, temerosos de la inminente carga de tales colosos. Ayu se puso delante, voluminoso y glorioso.
            -¡Recordaz ezte día chicoz, pues nadie podrá arrebatározlo jamaz!
            El noble subalterno alzó su garra de combate.
            -¡Ganaroz las rebanadoraz zoldadoz!
            Los orkos cargaron contra los monstruosos carnifexes entre un tremendo vocerío. Era una visión espantosa, con orkos volando, destripados y carnifexes machacados. Era algo terrible. Era un buen día para ser orko.



5 comentarios:

  1. Un buen día para morir xDDDDD

    Qué grande!

    Imagino una escena así, horda Orka vs horda Tiránida,con Meganoblez cargando a a los Carnifexes... y la cosa pinta muy épica!

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    Respuestas
    1. En verdad relata el videoinforme de ayer aunque... Cargaron los carnifexes, no los orkos xD

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    2. Tuvo que ser un gran combate, a tenor de lo que se ve en el video

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  2. tampoco hubo grechins marauder...Es un relato SOBRE, no El relato del videoinforme. Obviamente no pretende ser objetivo.

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  3. Me gusto mucho el relato,la vida de los orkos es simplemente genial(salvo si naces kanijo,o seta!),no se estresan,viven para el combate y son felices de morir si es en un buen combate.

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