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30 de enero de 2017

Informe - Un asedio temible (Warhammer Fantasy)

 
  ¿cómo hemos podido llegar a esto?

Muy buenas a todos los seguidores de Profanus40k. Esto que a continuación voy a relatar ocurrió hace mucho tiempo, cuando warhammer fantasy era joven y GW aun no había desatado el apocalipsis; un tiempo de mitos y leyendas, de héroes y temibles demonios.

Hace tiempo que queríamos jugar un asedio con las reglas de sexta edición de warhammer fantasy ¿por qué?. Porque hace mucho que no jugábamos y porque realmente nos gusta. Personalmente, en mi opinión me daba igual sexta o séptima, porque son muy parecidas, pero los colegas decidieron que fuese con reglas de sexta y así fue.

Fue una partida concretamente de 3000 puntos de elfos silvanos mezclados con mercenarios+1 comandante gratis y elementos defensivos para asedios contra 6000 puntos de skavens y hordas del caos, cada uno con un ejército de 3000 puntos (utilizamos un ariete pesado, 2 torres de asedio y escalas y cuerdas).

Y realmente mereció la pena; al menos por la parte que me tocó. Revivir experiencias pasadas me trajo viejos y buenos recuerdos... y creo que no soy el único que piensa así. Debido a que no hicimos un vídeo y que fueron fotos a tutiplen, tomaré el papel del joven Hans, un mercenario venido a menos superviviente del ejército de Bonal, que relatará los hechos como si se tratase de una historia vivida realmente (como así fue).


LA PARTIDA

Los ejércitos

Recuerdo lo que una vez me dijo mi padre : "hijo mio, aprende a usar cualquier arma a tu alcance, porque en un verdadero combate, lo único que importará es que puedas matar con eficacia a tu rival antes de que te des cuenta de tu error y estés muerto en el fango"...
El viejo Grummer siempre nos lo dijo "muchachos, la primera regla que debéis entender es que hay que mantener la mente fría. El enemigo vendrá a por vosotros y si no tenéis el coraje suficiente, disciplina y una buena voz de mando, poco durareis ahí afuera. Por fortuna me tenéis a mi hoy aquí". Eso pensé yo el día que el general dijo que los bárbaros del lejano norte venían con su horda junto a los horrores sin nombre que se arrastran desde las sombras, esos monstruosos hombres rata.
El imperio avisó de que no ayudarían a nuestro general; motivos políticos se argumentaban en la taberna de la Ballesta Rota, pero yo sabía la verdad: el conde elector de Ostermark no le había perdonado la aventura con su anterior esposa; o eso me había contado Grummer, aunque creo que estaba un poco borracho.
Los preparativos eran desquiciantes: cañones moviéndose de un lado a otro. Pasaron dos días hasta que los ubicamos en las torres, puntos clave para que resistieran y aceite hirviendo en los puntos de acceso principales. Incluso nuestro general estuvo ayudando mano a mano a incorporarlos. Puede que sea duro con nosotros, pero no es de los que se cobijan en lugar seguro mientras los demás nos partimos el lomo currando. Me alegra saber que estaré cerca de él en la batalla.
Más cuan grande fue nuestro asombro cuando oímos los cuernos de llegada y los preparativos fueron frenéticos. Pero pronto nos percatamos; no eran cuernos de los salvajes, eran de los elfos, que acudían en nuestro auxilio.
El general, pese a su altanería humana cual secundón de la alta nobleza del sur, tenía influyentes amigos. Supongo que había viajado por el mundo cuando era un mozalbete como yo y consiguió granjearse duraderas amistades. Me alegro de que contasen con tan mortíferos amigos.
No eran los elfos altivos de la lejana tierra originaria de estos seres tan nobles y extraños; eran elfos de los bosques, silenciosos y mortecinos por igual. Habían venido escoltando a un poderoso hechicero, formando una hueste de arqueros y lanceros que daba miedo. Su sóla presencia nos hizo quedar como unos inútiles: organizados, mucho más disciplinados y seguramente con una lista a sus espaldas de enemigos derrotados muy alta.
Pronto nuestro general supo que sus batidores habían vislumbrado el horror que se avecinaba: en efecto, las peores sospechas se revelaban: grandes demonios, bárbaros tribales, hombres embutidos en negras armaduras, caballería, gigantes y una horda de alimañas que tapaba el horizonte con máquinas de asedio toscas pero efectivas y horribles...sería una batalla temible.
La noche anterior a la batalla pocos durmieron, y los que lo hicieron al menos pudieron gozar de la verdadera libertad que garantiza el sueño; un lujo del que pronto nos tendríamos que ausentar.
Colocados y arrejuntados en las almenas, formábamos una excelente falange defensiva, dispuesta a darlo todo en los muros de nuestra fortaleza. Y ya se les oía venir, su retumbar, sus gritos. Tantas voces en mi cabeza que me sentí mareado y la sensación de un océano de lanzas que se alzaban contra nosotros hizo que mi espalda temblase.
Entonces nuestro general vociferó desafiante "¡QUE VENGAN, PROBARÁN NUESTRO ACERO ANTES DE CAER. Y SI ASÍ ES, HAGAMOS QUE ESTA SEA SU ÚLTIMA MORADA!" Todos gritamos desafiantes y la verdad es que me sentí un poco aliviado.









El desarrollo

Recordaré toda mi vida las horas siguientes al grito de guerra de nuestro general. El cielo se nubló con nuestros virotes y flechas pero eran demasiados; no importaba los que matásemos. Cuando queríamos darnos cuenta habían traído consigo a poca distancia sus torres de asedio y una extravagante creación con una extraña y colosal campana, cuyo teñir llenaba nuestro corazones de temor.



Su resonar provocaba un estruendo que resquebrajaba tanto nuestras mentes como los muros; los cielos se nublaron con la magia negra y pronto los tuvimos encima, a pesar de las bajas que les provocábamos. Recuerdo que yo mismo maté a uno de aquellos salvajes con mis flechas.




Por fortuna, contábamos con algunas buenas ideas. El hechicero elfo creyó conveniente que sus batidores flanqueasen desde las inmediaciones del bosque de Havernood, y aunque provocaron muchas bajas al enemigo con su efecto sorpresa y sus certeros flechazos, lo más importante es que consiguieron abatir a uno de aquellos tremendos gigantes con suma facilidad. Pero la batalla me llevó por otros derroteros más urgentes para mi atención que quedarme impresionado con las hazañas de mis increíbles aliados. "Esos si que saben hacer bien su trabajo, ¿eh chico?" me dijo Grummer sonriente mientras recargaba su ballesta.

Pero el horror aun no había comenzado, el enemigo nos envistió con su aterradora magia negra y muchos de mis compañeros perecieron entre fuegos abrasadores y rayos de destrucción; a pesar de que aguantamos el golpe, la moral empezaba a flaquear y nuestros hechiceros pronto se verían en una titánica lucha de voluntades por contener la magia enemiga, a la cual era preciso, por el bien de nuestra cordura, no prestar atención.


  



Nunca había presenciado el temible poder del que era portador aquel monstruo sacado de mis más profundas pesadillas; un engendro alado que destilaba sutileza, horror y cuyo cambiante semblante se me antojaba difícil de describir, como un lienzo de aquellos cuadros que se vislumbraban en la corte Tileana. Un horror cambiante en aspecto pero con un mensaje terrorífico que modificaba la realidad a su antojo, soltando fuegos fátuos y aullidos demenciales que auguraban un destino siniestro a aquellos que se topasen en su oscuro vuelo demoníaco, cuyas alas eclipsaban nuestra moral.
Nunca olvidaré al viejo tercio de Tobaro haciéndole frente; fue uno de los momentos más épicos que he podido presenciar a lo largo de mi vida. Tampoco olvidaré cuando la magia enemiga hizo que apareciese uno de aquellos gigantes tras nuestras filas que, aunque nos pilló de imprevisto, los elfos dieron buena cuenta de él y por fortuna todo quedó en un extraño y monstruoso susto.













Pero la verdadera batalla estaba a punto de comenzar; su horda chocó contra nuestros muros y aquello se convirtió en una lucha a vida o muerte, con escalas que se clavaron en nuestras almenas y sus torres de asedio empezaron a soltar una tras otra pestilente rata diabólica con silbantes mayales de sulfurosos y nauseabundos inciensos. 

Tengo un vago recuerdo de todo aquel caos; recuerdo las sombras; guerrero contra guerrero; el frío acero que corta y mata sin piedad; un combate brutal donde sólo la fuerza bruta servía para imponerse; y no estábamos bien. La magia enemiga volvió a azotarnos en las almenas y en el patio de armas aquel gran demonio hacía cundir el pánico entre nuestras tropas más aguerridas. Recuerdo las lluvias de flechas y mi rostro ensangrentado con la sangre del enemigo y amigo por igual.



No se cómo ocurrió; ¿acaso un cañonazo? Recuerdo quedar inconsciente en el barro entre las ruinas de la entrada y los gritos de la amenazante horda sedienta de sangre. La entrada cedió ante poderes místicos desconocidos para cualquier simple mortal como yo y los restos de mi unidad salieron por los aires ante las rocas que caían y el derrumbe de aquella sección primaria de nuestra fortaleza. Aquello era un desastre, quedando al amparo de la invasión inevitable en el patio de armas, pero las torres de asedio también se derrumbaron, y el polvo y humareda reinante provocaron tal confusión de la que poco puedo recordar.

Pero a mi memoria viene la visión de Grummer levantándome y mirándome con enfado señalando a la entrada que empezaba a ser asaltada por aquellos hombres rata. Grummer empezó a matar a diestro y siniestro a aquellos engendros hasta que lo superaron y lo acuchillaron sin piedad, muriendo entre la marea que lo superó. Yo combatí con coraje y maté a otros dos, pero caí al fango, entonces aquellos diablos peludos se hicieron a un lado y ví a su general, embutido en barroca y sangrienta armadura "este-este. Lo quiero para mi" le oí gritar a sus subordinados, y entre malévolas risotadas vi aproximarse mi final, pero no era mi día. Los dioses me habían otorgado otro día para vivir.

El general irrumpió desde un salto herido, pero desafiante, disparando con su mosquete y blandiendo con maestría su brillante espada. Su destreza hizo huir al enemigo despavorido. Le vi desde el suelo, sin poder moverme por el dolor en las piernas y una leve contusión. Recuerdo que a pesar de las dificultades y que la cosa pintaba muy mal, me sonrió, colocó con soltura su pistola en su cinto y ordenó retirada a los elfos y los restos del tercio viejo al interior de la ciudadela. Sólo lanzó la orden al grupo más veterano, aquellos que le llevaban riendo la gracia a la muerte, como me gusta decir a mi... y cargó contra el bloque de guerreros del caos sin pensar en las consecuencias. 












 Recuerdo a los elfos llevándome a cuestas y lamento mi falta de marcialidad para no haber muerto recubierto de la gloria que se llevó el general con los mejores hombres. Luego pienso en que aun estoy vivo y se me pasa... 

4 comentarios:

  1. Muy buen relato Orkimedes! Y gran partida chicos!

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  2. Me encanta el relato, la imagen final muy epica!
    Pero el resumen? el caos gana jajaja

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  3. Gran día!!!!! Aunque aun no ha acabado todo....Ahora la lucha será casa por casa, barrio por barrio, la invasión no ha hecho más que empezar.

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  4. Jajajaja enorme el informe!

    Se ve que lo pasásteis bien, y eso es lo que realmente importa, al fin y al cabo esto no deja de ser un juego, aunque a mucha gente se le termine olvidando

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