Muy buenas lectores nuestros de Profanus40k, bienvenidos a otra entrada de la nueva serie de trabajos en los que nos hallamos involucrados, que nos traen trasfondo no traducido de los personajes más infames (y molones) de los Marines Espaciales del Caos. Hoy le ha tocado a un miembro reconocido de la Legión Traidora de la Guardia de la Muerte: Typhus.
Material traducido 100% por Profanus40k
Antaño conocido como Typhon, de la Guardia de la Muerte, la mole gigantesca que se hace llamar Typhus poco tiene ya que ver con un hombre, ni siquiera con un Marine Espacial. En vez de ello es una cámara de incubación andante para el Enjambre Destructor, una ruidosa masa de insectos demoníacos que otorgan la más putrefacta de las muertes a todo aquel que tocan.
Typhus es el más temido de todos los Señores del Caos al mando de una de las legendarias Flotas de Plaga. Dirige a gran parte de la armada de la Guardia de Muerte desde su nave insignia, el Terminus Est, un acorazado cubierto de la podredumbre de los eones, que ya era antigua antes incluso de que comenzara la Herejía de Horus. Sus habilidades en batallas entre astronaves ha sido perfeccionada durante milenios, y cuando se funde con el puesto de mando del puente de su nave, él y la titánica máquina de guerra se vuelven uno. A pesar de que la nave es toda una leyenda en el Imperio, el detectar su presencia con los augures es algo que atemoriza a almirantes y gobernadores planetarios de todo el Segmentum Obscurus. Dondequiera que la nave de Typhus hace su aparición, anuncia la llegada de la plaga, la muerte y la miseria a escala de sistema solar. Incluso los meros susurros de su llegada pueden provocar evacuaciones fruto del pánico en todos los mundos en su camino pues, allí donde Typhus va, el dolor y la desesperación florecen tras su paso.
UN REGALO OCULTO
Typhus no siempre perteneció a Nurgle, aunque el estigma de la Disformidad siempre le acompañó desde su nacimiento. Cuando era niño, en el mundo tóxico Barbarus, Calas Typhon era acosado por fenómenos nocturnos sobre los que pensaba que no tenía control alguno. Los objetos se estremecian y golpeaban a su alrededor cuando se asustaba o enfadaba, y las plantas se marchitaban y morían con solo mirarlas. Estos poderes propios de fantasmas le causaban gran preocupación, perocon el tiempo acabó convirtiéndolos en una ventaja. Para cuando Typhon alcanzó la madurez, había aprendido a controlar las energías psíquicas que rugían en su interior por las noches; una proeza de voluntad que impresionó poderosamente a sus ancianos. Gracias a ello, la convicción de Typhon de ser mejor que el resto de sus compañeros se hizo más fuerte.
Cuando el Emperador reclamó a su hijo perdido, Mortarion, de las emponzoñadas nieblas de Barbarus, y lo reunió con los guerreros superhumanos necidos de su legado genético, Typhon se encontraba entre los elegidos para unirse también a sus filas. La ciudadela de su clan fue visitada por los Apotecarios de la nueva legión de Mortarion y, durante sus evaluaciones, la fuerza interior de Typhon brilló con intensidad. Los esotéricos procesos por los que Typhon pasó a formar parte de la Guardia de Muerte se pierden ya, incluso en su memoria, pero cuando se3 enteró de que su legión rechazaba el uso de poderes psíquicos, Typhon tuvo que aprender con celeridad a suprimir su potencial psíquico. Su Primarca, Mortarion, era especialmente estricto con el uso de aquellas arcanas tácticas, pues las consideraba impropias de un auténtico guerrero. En lugar de eso, Typhon se encerró en su voluntad de hierro y fuerte convicción que le caracterizó desde pequeño. Tales cosas, por sí mismas, eran un recurso notable: Typhon superó a todos los demás de la nueva Legión en las pruebas de tóxicos y de resistencia.
Tal era su fuerza de cuerpo y mente que Mortarion pronto le favoreció por encima del resto, ascendiéndole a Primer Capitán de la Legión de la Guardia de la Muerte. Tal honor no fue desperdiciado por el estoico guerrero. Si Calas Typhon podía ganar tan prestigiosa posición sin emplear sus habilidades ocultas, estaba destinado entonces a alcanzar la grandeza si tales circunstancias cambiaban.
A medida que los mundos errantes de la galaxia retornaban al redil, Typhon se distinguió una y otra vez. Primero llegó a ser un caballero y después un rey guerrero que contribuyó en gran medida en los éxitos de su Legión en la Gran Cruzada. La habilidad de Typhon para sobrepasar los letales efectos de algunas zonas hostiles y el armamento enemigo se convirtieron en una leyenda muy conocida. Durante las guerras tribales de Rothric IX, perdió su arma y recibió un golpe de una maza en el lateral del cráneo, un impacto que hubiera matado sin duda a cualquier hombre mortal, pero que simplemente provocó que Typhon estallara en una rabia fría que se saldó con la muerte de todos los guerreros tribales a su alcance con el mero empleo de una corta barra de acero. Salvó de forma desinteresada la vida de una escuadra de Hermanas del Silencio en Madrighoul lanzándose sobre una granada de penetración defectuosa y, tras pasar menos de una semana en el Apothecarium, volvió a estar en el servicio activo de nuevo. Incluso la Hermandad de los Sudarios de Muerte, los cuarenta y nueve guerreros elegidos por Mortarion como su Guardia de Honor, estaban asombrados por la poderosa fortaleza de Typhon. Aunque nadie hablara de ello abiertamente, los guerreros de la Guardia de la Muerte obedecían a Typhon por una mezcla de miedo y respeto.
CREANDO UN MONSTRUO
Fue durante una cruzada junto a la Legión de los Portadores de la Palabra que Typhon aprendió de una visión distinta para las Legiones Astartes, un futuro donde sus habilidades psíquicas fueran una fuente de grandeza en lugar de un tabú oculto a los demás. El Gran Capellán de los Portadores de la Palabra, Erebus, introdujo a Typhon en los secretos de las logias guerreras que empezaban a extenderse entre las Legiones Astartes. Fue durante este periodo que Typhon pudo apreciar brevemente lo que los Marines Espaciales podían llegar a ser si se libraban del yugo de las ambiciones del Emperador.
Quizás la revelación que sufrió Typhon fue crucial para la propia caída de Mortarion a manos de los Poderes Ruinosos; quizás el propio Mortarion ya había atravesado aquella oscura senda por sí mismo. De todas formas, el turbulento Primarca vió en Horus a un maestro, mientras que en el Emperador solo vió a un pretencioso egoísta y pomposo que le había arrebatado todo por lo que había trabajado tan duro en tan solo un día. Con el Primarca de la XIV Legión y su primer capitán unidos bajo su rebelión oculta, no fue necesario mucho más para que el resto de la Guardia de la Muerte se infectara de aquellos pensamientos rebeldes. La excepción fue Nathaniel Garro, cuyo rechazo a que el honor de su Legión se extinguiera cambiaría el curso de la propia Herejía de Horus.
La corrupción que se extendía entre las Legiones Astartes llegó a su culmen en Istvaan III, donde Mortarion ordenó a los que se mantenían leales en su Legión el destruir a los herejes del planeta. Mientras combatían en tierra, los elementos más corruptos de la Guardia de la Muerte lanzaron bombas víricas sobre el mundo. Mientras la carne de sus hermanos se desprendía de sus huesos, Horus prendió la atmósfera del planeta formando una tormenta de fuego que abrasó a miles de Marines Espaciales leales, reduciéndoles a cenizas. A pesar de la posterior ofensiva lanzada por las Legiones Traidoras bajo las órdenes de sus Primarcas rebeldes, un grupo de miembros leales aún aguantaba. Garro y un puñado de camaradas legionarios se las ingeniaron para escapar, llevando aquel mensaje de rebelión a Terra a bordo de la fragata Eisenstein.
A medida que la Herejía de Horus iba creciendo hasta alcanzar una escala galáctica, Mortarion ordenó a su flota ir directamente hacia Terra a toda prisa, pues quería que su Guardia de la Muerte participara junto al resto de Legiones Traidoras en la destrucción del falso emperador. En este punto de los acontecimientos, Typhon ya solo servía a un maestro, y este no era su Primarca. Typhon se había encargado de que todos los navegantes de la flota hubieran sido asesinados, pero tranquilizó a Mortarion alegando que su poder psíquico les guiaría por el Empíreo de forma segura. Aunque odiaba la idea de depender de aquella brujería, el Primarca no tuvo más opciones. La flota de la Guardia de la Muerte hizo su viaje por la Disformidad, y en el proceso se condenaron a sí mismos a una eternidad de guerras como marionetas de un dios antiguo y asqueroso.
UNA LEGIÓN RENACIDA
Al llevar a la Guardia de la Muerte por la Disformidad, Typhon les había arrojado deliberadamente a las garras de su nuevo amo, Nurgle, el Señor de la Decadencia. Las extrañas mareas del Empíreo son muy volubles y durante su viaje, la flota entera quedó varada. A medida que sus naves se estancaban, sin rumbo y sin esperanza, la empalagosa influencia del Padre Nurgle comenzó a extenderse. Contaminó las naves con tanta facilidad como lo hizo con sus ocupantes. Al poco, enormes moscas demoníacas zumbaban por toda la asfixiantes miasma que era el interior de aquellas naves.
Allí donde mordían a aquellos desesperados guerreros, la carne se colvertía en gelatina supurante. El veneno demoníaco de sus picaduras hizo que en su carne florecieran nuevos crecimientos y bultos. Los vientres se abotargaban y los ojos estallaban como huevos quebrados; incluso las propias servoarmaduras se fundieron y adoptaron nuevas formas. En esta ocasión, la resistencia sobrehumana de la Guardia de la Muerte se encontró con la horma de su zapato, ya que no podían morir tan fácilmente. En su lugar, se transformaron lenta y enfermizamente en Marines de Plaga, con sus almas reclamadas por Nurgle a cambio de aliviarles de su sufrimiento.
Typhon, tras haber orquestado aquella magnificiente corrupción, recibió la mayor recompensa de todas. Su tamaño aumentó y su piel y armadura se hicieron una; unos enormes embudos de hueso pestilente brotaron de su cuerpo. De ellos salieron miles de moscas demoníacas de Nurgle, que le roían por dentro hasta que su podrida carcasa acabó plagada de vida. Typhon se convirtió en una gran colonia andante de insectos portadores de enfermedades. Las protuberancias de hueso de su espalda escupían podredumbre negra mientras los sirvientes de Nurgle regurgitaban las energías psíquicas restantes de lo que quedaba del cuerpo de su heraldo. Typhus, Huesped del Enjambre Destructor, había nacido; el más bendecido, y a la vez maldito, de todos sus repugnantes hermanos.
UN NUEVO COMIENZO
A pesar de que la Herejía de Horus fue derrotada finalmente, las Legiones reclamadas por los Dioses Oscuros fueron transformadas para siempre. Tras la muerte del Señor de la Guerra a manos del Emperador, los legionarios traidores huyeron de Terra y acabaron con todo lo que se cruzó en su camino a través del Segmentum Solar en su ruta hacia el Ojo del Terror. Fuero perseguidos por las Legiones que aún permanecían leales al Emperador.
A medida que la guerra de retribución, conocida por los eruditos imperiales como la Purga, se extendió por las estrellas, las Legiones Traidoras hicieron de la zona interior del Ojo del Terror su hogar. Typhus se encontró luchando contra las más surrealistas de las criaturas que jamás hubiera visto. Dragones de cristal viviente fueron hechos añicos por su gigantesca guadaña, minotauros de ocho brazos fueron reducidos a desechos biológicos gracias a sus poderes psíquicos y hermosas sirenas encontraron la muerte al ser atravesadas por el cuerno que Typhus había desarrollado en su frente. Y, como antes, Typhus sobrevivió a todo lo que se interpuso ante él.
Mortarion, por aquel entonces ya un Príncipe Demonio de Nurgle, reclamó un distante mundo de plaga como propio. Allí, mandó sobre demonios y Marines Espaciales corruptos por igual como rey. Typhus, por aquel entonces una infame leyenda por derecho propio, no se contentó con la idea de una vida sedentaria como mano derecha de su Primarca. En vez de eso, se puso al frente de aquellos aún amargamente resentidos con el Imperio en sus corazones, formando una Flota de Plaga que volvería a navegar por la Disformidad. Al frente estaba el Terminus Est, la lanza que Typhus pretendía hundir profundamente en el corazón del Imperio. Con la bendición del Padre de las Plagas, lograría hacer una herida que jamás sanaría.
TYPHUS, EL VIAJERO
Desde ese día, Typhus ha dispensado cientos de miles de enfermedades por todo el Imperio. La Plaga Destructora es sin lugar a dudas la más virulenta de todas ellas, aunque sus vectores, los insectos demoníacos, limitan su actuación a tan solo sistemas solares. Typhus fue siempre un hombre de gran ambición y su incansable búsqueda de la plaga perfecta ha llevado la destrucción a naciones, mundos e incluso sistemas estelares. Typhus ha caminado incluso por el Jardín de Nurgle, aprendiendo mucho de las formas en las que se revierte el orden para convertirlo en una decadencia caótica. Se rumorea que siguió a un emisario humanoide formado al completo por sus propias moscas demoníacas hasta las lindes del jardín, haciendo callar a hongos sensibles con su poderosa voz grave y embaucando a sus guardianes con relatos de la entropía y desesperación que había visto en los reinos mortales. Cuando las legiones carmesí de Khorne invadieron el jardín y cercenaron toda vida que pudieron encontrar, fue Typhus el que coordinó la defensa del Jardín, liderando la carga final de ruidosos zánganos de plaga y bestias de Nurgle en la Quebrada Burbujeante.
En el punto álgido de la batalla, Typhus derrotó al gigantesco Príncipe Demonio que comandaba a las legiones de Khorne, lenta pero implacablemente fue paralizando a la monstruosidad de cabeza de perro con plagas cada vez más vitulentas hasta que fue mejor que él en combate y logró arrancar sus entrañas para ofrecerlas como obsequio al caldero de Nurgle. Tal fue el favor obtenido del Señor de la Decadencia que se permitió que Typhus pudiera acceder a la sala del trono de Nurgle, mostrando sus ofrendas antes de sumergir su guadaña de guerra en la suciedad de la base de la estructura y retirándose rápidamente antes de que el propio lugar matara a Typhus.
Este tipo de historias brotan allí donde Typhus va, pues su ambición es más grande que nunca. A medid aque sus viajes por el Imperio llevan la ruina a un sistema tras otro, la convicción de Typhus de que es el verdadero hijo de Nurgle se va haciendo más fuerte. Mortarion había probado carecer de valor al no participar en la Guerra Eterna contra el Imperio; para Typhus, el Primarca era un mero vector que dió vida a los Marines de Plaga en el universo. En comparación, Typhus había actuado de forma incansable para alcanzar los objetivos de su verdadero amo y señor. Desató la Podredumbre de Nurgle sobre Carandinis VII y Protheus, convirtiendo miles de millones de almas en Portadores de Plaga que catalogan sin descanso las enfermedades menores que van surgiendo tras la estela de Typhus. En Ligeta, fue emitiendo un canto de plaga que forzó a los infectados a cantar un himno a Nurgle hasta que lentamente fueron pereciendo. Exterminó a toda la población masculina de Florins con la temida Fiebre Roja, y diseñó la pandemia del Mundo de Jonah, reduciendo al una vez orgulloso mundo santuario a una necrópolis planetaria de tumbas repletas de putrefacción.
Sin embargo, el mayor de los logros de Typhus ha sido el extender la Plaga Zombi por el Segmentum Obscurus. Con esta temible maldición, Typhus ha fusionado los ciclos de la vida y de la muerte, un acto que ha agradado en grado sumo a su amo. La Plaga Zombi es una enfermedad disforme, y solo puede infectar a aquellos sin esperanzas ni fe en sus corazones. En la implacable vida imperial, la vasta mayoría de la población se integra en ese rango; las desafortunadas víctimas de esta horrenda enfermedad se pudren de dentro hacia fuera, tosiendo hasta morir tras un largo y doloroso espacio de tiempo. Aquellos que mueren no lo hacen durante mucho tiempo, sus cuerpos son reanimados por el misterioso poder de la infección, y empiezan a acechar a los vivos, desesperados por roer carne cálida y flexible. Incluso la más pequeña de las mordeduras puede transmitir la infección a un nuevo anfitrión, y así el proceso comienza de nuevo.
Una vez que el virus se ha asentado, es casi imposible el detenerlo. Incontables miles de millones han caído ante la maldición y se han levantado de nuevo como monstruosidades no muertas; los gemidos de los Zombis de Plaga no solo resuenan por los pasillos del Terminus Est, sino por decenas de mundos alrededor del Ojo del Terror. Agripina A es un ejemplo de ello, devastada más allá de todo reconocimiento. Queda por ver si esta maldición es el cúlmen de las obras de Typhus o tan solo una nueva fase de sus maliciosos viajes, pero el Viajero no parece querer detenerse y está empeñado en propagar la plaga a través de la Puerta de Cadia. Si Cadia cayera ante la Plaga Zombi, poco podría hacerse para deterner a las Legiones Traidoras y la guerra que llevan a cabo en dirección a la propia Terra.
Moscas demoníacas
Las grotescas moscas demoníacas que componen el Enjambre Destructor son criaturas verdaderamente repugnantes, aunque para los ojos de Typhus, y del propio Padre Nurgle, cada una de ellas sea tan solo un pequeño ángel de la decadencia aguardando a esparcir la bendición de la podredumbre y la entropía con sus caricias.
Granadas de Plaga
La Guardia de Muerte ha perfeccionado la espantosa práctica de usar las cabezas decapitadas de sus enemigos como granadas. Cercenadas desde el cuello, rellenas de limo tóxico repleto de gusanos y selladas con cera, estos proyectiles detonan formando una explosión de líquido repleto de enfermedades y provocando heridas que se infectan, además de liberar moscas en todas direcciones.
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REGLAS EN WARHAMMER PROFANUS
Estas son las reglas que se pueden emplear para Typhus en esta primera edición de Warhammer Profanus. Podéis encontrar más información en nuestra entrada del III Torneo Profanus.
EQUIPO Y ARMAS AL DETALLE
Esta sección está en proceso, en futuros días saldrá.
Gran aporte!
ResponderEliminarGracias!!
PD: Haréis a Cypher?
Muy buenas Wolfen, de momento lo dejamos en el tintero, puede que en un futuro.
EliminarMe encanta el trasfondo del warhammer 40000, creo que es lo mejor del juego a parte del hobby porque lo mio es cortar y enmasillar, jajajaja!
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