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31 de mayo de 2017

Escudo de Baal - Primer vistazo al trasfondo de Exterminatus


Muy buenas a todos los lectores, seguidores, profanadores y gentes de la red en general. La de hoy, como muchas otras veces en este nuestro blog, traemos material que no podéis encontrar en ningún otro lugar en castellano (básicamente, porque no lo hay), ya que solo salió en inglés. Ya sabréis que estamos en el proceso de traducción y maquetación del último libro de la trilogía del Escudo de Baal, Exterminatus. Pues bien, aquí tenéis los primeros retazos.

Nota: recordad que podéis descargar las dos primeras partes en estos enlaces:
Escudo de Baal - Leviathan
Escudo de Baal - Deathstorm
Y el resto de campañas y materiales en nuestra sección de descargas

Y ya podéis descargar este libro aquí, en Escudo de Baal - Exterminatus

LOS MUNDOS ESCUDO

El sistema Cryptus era un bastión del Imperio y sus mundos eran una muestra de ello, enfrentándose al vacío con montones de armas y unas altas murallas. Cada uno de sus cuatro planetas principales (Asphodex, Lysios, Aeros y Tartoros) se afanaban en propagar la gloria del Emperador bajo la luz de los soles gemelos del sistema, conocidos como los Ojos de Cryptus. Los ciudadanos imperiales estaban seguros tras sus poderosas defensas y gracias al valor de sus soldados; durante milenios, aquellos mundos permanecieron inalterables ante la oscuridad, bañados por la funesta luz roja de sus soles, formando un escudo contra los enemigos de la Humanidad.

Cuando las primeras ramificaciones de la Flota Enjambre Leviathan se extendieron hacia el sistema binario de Cryptus, el Imperio confiaba en que los mundos del sistema, fuertemente defendidos con gran cantidad de defensas planetarias y una basta flota, pudieran mantener a raya a los xenos. Incluso así, se enviaron regimientos de la Guardia Imperial a reforzar el sistema, con el general cadiano Dhrost al frente, siendo este además el principal encargado de su defensa. La Guardia Imperial se asentó en el mundo ciudad de Asphodex, mandó guarniciones a las Cúpulas de Vacío de Tartoros, envió a sus aeronaves al gigante gaseoso de Aeros y desplegó compañías acorazadas sobre la luna tóxica, Ixoi. Sobre el mundo en ruinas de Lysios, las Adepta Sororitas de la Canonesa Magda Gracia defendieron a las erráticas tribus nómadas.

A pesar de todo, estas defensas no eran más que un método de precaución a ojos del Imperio, pues su mejor barrera se encontraba entre las estrellas. Más allá de las flotas de guerra y los escudos de vacío de la armada, un campo de asteroides rodeaba el sistema binario. Conocido como el Cinturón Castellano, es antiguo campo de asteroides que había servido bien para la minería, estaba formado por planetoides fortificados, con millones de torretas de macro-cañones apuntando a la oscuridad del espacio. Y aún así, esta no era la mayor de las defensas del sistema.

La defensa final se extendía en los límites del sistema: el Aegis Diamando. Una barrera de frío antinatural que era una anatema para la propia vida. Se creía que los Tiránidos no podrían atravesar el Aegis y sobrevivir.



COMIENZA LA PESADILLA

Como ya sucediera en otras ocasiones en la larga y sangrienta historia del Imperio, habían subestimado a su enemigo. la Flota Enjambre atravesó el Aegis, rodeándose de secreciones que se congelaron a toda velocidad a su alrededor formando corazas duras como el diamante. Estos escudos no solo protegieron a los Tiránidos del frío sobrenatural sino que probaron ser muy efectivos contra el armamento imperial.

Contándose por millones sus bionaves y organismos menores, la rama alienígena se dividió a medida que se extendía por el sistema, avanzando directamente hacia sus mundos habitados. Las naves imperiales fueron arrasadas, sobrepasadas por un adversario que las superaba ampliament en número. Perdieron la batalla espacial en cuestión de horas mientras el resto de los defensores del sistema observaban impotentes desde sus fortificaciones planetarias; los Tiránidos consumieron a la flota imperial y se dirigieron a por su siguiente objetivo.

Entonces tuvo lugar la verdadera invasión y cada uno de los mundos tuvo que enfrentarse a las fuerzas del Devorador. En Asphodex, el General Dhrost dirigió una inspirada defensa que arrebató el control de los cielos a los Tiránidos mientras canalizaba a los invasores hacia zonas donde matarles con mayor efectividad. En Lysios, la Canonesa Magda Gracia reunió a las tribus nómadas y sus caravanas mientras los primeros enjambres de xenos caían desde el cielo. En los agitados cielos azulados de Aeros, las Valkirias del Astra Militarum patrullaron las capas superiores de la atmósfera, luchando contra los más dura que la invasión Tiránida pudo lanzarles. Mientras, sobre la luna Ixoi, los regimientos de tanques Vostroyanos disputaron una amarga batalla entre las nieblas tóxicas contra las hordas de xenos invasores y en Tartoros los guardias imperiales se esforzaron por defender las cúpulas de vacío de unos enormes monstruos que la Flota Enjambre envió contra ellos.

Se desarrolló una guerra descontrolada por doquier y los cielos de todos los mundos quedaron plagados de esporas y horrores aullantes alienígenas. A principio parecía que el Imperio se alzaría triunfante, ya que las victorias obtenidas por la Guardia Imperial en Asphodex y las Adeptas Sororitas en Lysios provocaron grandes daños entre los invasores. Las ruinas de Phodia, la principal ciudad de Asphodex, y las llanuras de Lysios estaban sembradas de cadáveres alienígenas; pero dicho éxito se pagó con incontables vidas de valerosos soldados imperiales.

EN LAS FAUCES DE LA BESTIA

Aquellas primeras victorias solo sirvieron para proporcionar falsas esperanzas a los defensores. Al día siguiente al primer día de invasión fue cuando la verdadera fuerza de la flota de invasión Tiránida quedó patente, mientras oleada tras oleada de bioformos caían desde los cielos para ocupar el hueco de los millones de Tiránidos ya aniquilados.

Peor aún, la Mente Enjambre se estaba adaptando con una velocidad aterradora, pues para cada táctica empleada por el Imperio para defenderse de los Tiránidos esta desarrolló alguna forma de superarla. La poca esperanza que quedaba murió finalmente cuando la luz de los soles quedó tapada por las naves de la Flota Enjambre, y los mundos del sistema Cryptus se llenaron de xenos invasores.

En Asphodex, la gran ciudad ardía sin control y las defensas del general Dhrost se vieron superadas. Atacados desde dentro y desde fuera, los ejércitos se desmoronaron y, al poco, las cuidadosas líneas defensivas de la Guardia Imperial se convirtieron en escasos focos de resistencia que acabaron siendo devorados uno a uno. En el caos de aquella batalla Dhrost desapareció y toda posibilidad de llevar a cabo una defensa organizada lo hizo con él.

En Lysios, la concienzuda defensa de Magda Gracia se volvió una última resistencia desesperada. La Canonesa dirigió a sus fuerzas hasta que fue finalmente asesinada por un Lictor en los últimos momentos de la evacuación. A pesar de que muchas de sus hermanas escaparon, muchas más habían perecido en los momentos finales de su retirada.

Aeros, Tartoros e Ixoi sufrieron destinos similares, con sus defensas viendose superadas por los enjambres alienígenas. A medida que comenzaba un segundo día podía verse que todos los Mundos Escudo yacían destrozados; el sistema Cryptus al completo en manos de la Flota Enjambre. Tan solo un leve grito de socorro escapó a la Disformidad pidiendo auxilio, siendo escuchado más allá del Aegis Diamando.


ESPADA DE SANGUINIUS

El Comandante Dante sospechaba que el Escudo de Cryptus acabaría cayendo, por lo que tenía preparada una fuerza considerable preparada para cuando se recibiera alguna señal de socorro procedente de Cryptus. En cuestión de días, una punta de lanza de Ángeles Sangrientos y Desgarradores de Carne se abrieron paso hasta el sistema Cryptus, decididos a arrebatar los mundos del Emperador a la Mente Enjambre.



CRYPTUS EN LLAMAS

El Espada de Venganza se estremeció a medida que retornaba al espacio material, dejando atrás la turbulenta Disformidad. Al frente de la inmensa barcaza de combate de los Ángeles Sangrientos, decenas de astronaves menores se materializaron a través de destellos de fuego carmesí, entrando ellas también dentro de los límites del sistema Cryptus. En el puente del Espada de Venganza el Comandante Dante observaba, como un dios embutido en su brillante armadura, blindado en ceramita.

El viaje a través de la Disformidad había sido pesadillesco, con decenas de Navegantes y Astrópatas de los Marines Espaciales muriendo durante el trayecto. Era un alto precio para poder quebrar la miasma psíquica provocada por la Flota Enjambre Tiránida, aunque era un precio que Dante pretendía asumir si con ello se lograba salvar a las gentes de Cryptus. Un leve gemido astropático aún surcaba el Inmaterium; era el desesperado grito de auxilio que la flota había seguido para lograr entrar en el sistema asediado. A pesar de que el mensaje no daba pie a saber algo acerca del estado de la batalla, si es que, en efecto, seguía habiendo batalla.

A medida que las naves de los Ángeles Sangrientos y los Desgarradores de Carne se juntaban, sus escoltas y naves de exploración avanzaron, alejándose, con sus sistemas de rastreo y seguimiento oteando el vacío en busca de información. De acuerdo a un sistema de augures de amplio espectro, la rama de la Flota Enjambre Leviathan había logrado atravesar los límites del sistema hacía tan solo cinco días estándar, asaltando los mundos tan solo veinticuatro horas después. Dada esta información, Dante esperaba encontrar que la resistencia imperial aún se mantenía con fuerza y que, quizás, estuvieran resistiendo. Lo que revelanron sus escáneres fue todo lo contrario.

Descendiendo hasta el masivo holo-proyector de tactica-arcanium del Espada de Venganza, Dante se hizo una idea de la situación gracias a las fantasmales imágenes que se mostraban en aquel torbellino de lentes. A su lado se encontraban el Capitán Karlaen, de los Arcángeles, y el Bibliotecario Jefe Mephiston. Los dos héroes del Capítulo le aconsejaron, señalando las variaciones en las imágenes y los flujos de datos. Los mundos de Cryptus flotaban en los hologramas, rodeando los orbes carmesíes que formaban la estrella binaria.

Tartoros era el más cercano a aquellas estrellas, luego Asphodex, seguido de Lysios con su inmensa luna, Ixoi, y tras él el gigante gaseoso Aeros, hasta llegar a los bordes del sistema donde se encontraba el vasto cinturón de asteroides. Más allá se mostraba un mundo indistinguible y una barrera que flotaba brillando suavemente en la oscuridad. Aunque no fueron los límites del sistema los que llamaron la atención de Dante. Su atención se centraba en los cuatro mundos centrales y la mancha pútrida que les rodeaba. Era una Flota Enjambre de dimensiones inimaginables, superaban ampliamente el millón de bionaves alimentadoras y quien sabe cuantos miles de miles de millones de criaturas habrían lanzado ya contra los planetas del sistema.

Sin embargo, lo que más le preocupaba, más incluso que el tamaño de la armada Tiránida y como esta rodeaba de forma masiva la periferia de los mundos, era la completa ausencia de comunicaciones. Incluso con la perturbadora interferencia causada por tal concentración de xenos, Dante esperaba detectar al menos alguna señal de los defensores.
¿Habría caido un sistema entero en tan solo tres días? La proximidad de las mayores bionaves a los planetas parecía sugerir que el Leviathan había empezado a alimentarse, absorbiendo la gran cantidad de biomateria que el sistema Cryptus ofrecía.

Entonces, otro icono empezó a parpadear en el holograma y Dante observó una línea irregular de naves que se alejaban del sistema: una flota de evacuación. Juzgando por el tamaño de esta, no sería más que la décima parte de la población de Cryptus y, por lo que se podía ver, la rama del enjambre Tiránido les perseguía. Seguramente la mayoría de naves carecerían de motores de Disformidad (y los que tuvieran seguramente habían abandonado a sus camaradas a su suerte hacía tiempo), así que los evacuados se estaban dirigiendo al espacio exterior; aunque por lo que el Comandante podía preveer, sin ayuda no llegarían lejos.

Cualquier general menor hubiera contemplado el horror desatado en Cryptus y lleno de pesar se hubiera retirado, convencido de que no podría hacer nada para cambiar aquel aciago destino. Sin embargo aquella idea ni siquiera rondó los pensamientos de Dante. Alrededor de los límites de las fantasmales imágenes del sistema Cryptus flotaban centenares de sistemas estelares y, de entre todos ellos, Dante centró su mirada en uno de ellos: Baal. Aquella joya rojiza era una estrella hermana de Cryptus, uno de sus más cercanos vecinos y se encontraba justo en medio del camino de la rama cryptoide. Cuando estas bestias se alimentaran de estos mundos, el sistema Baal sería el siguiente y, con él, el hogar de los Ángeles Sangrientos. Eso era algo que el Comandante Dante no podía permitir.


6 comentarios:

  1. genial traducción, mil gracias chicos!

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  2. Ya echaba de menos estas entradas!

    Genial que las recuperéis, mil gracias!

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  3. Muy buena traducción, aunque me temo que terminada con los Tiranidos dirigiendose a Baal.

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    Respuestas
    1. Y asaltaron Baal, y gracias a Guilliman ganaron, pero ahora les asaltaran los demonios a la orden de Ka'bhanda.

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  4. Pues GW ya ha publicado el desenlace y como Papa Pitufo ayudo a los Hijos de Sanguinius pero dejaron la entrada abierta para Ka'bandha y quien sabe si para alguien mas...

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  5. Que ganas de acabar de leer esta parte de la historia!! Me da igual que GW haya filtrado como sigue y acaba... Tods buena historia merece ser leída en su totalidad. Gracias por vuestro esfuerzo!!

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