Hola a todos los lectores de
Profanus40k, como ya os dije en mis anteriores entradas tenía planteado
hacer varios relatos que estarían entrelazados creando una historia que
podría encajar en el trasfondo del Warhammer 40.000 y que en un futuro me ayude a crear algo que está dándome vueltas en mi cabeza.
Como en los anteriores relatos tuve la inestimable ayuda de mi amigo Lord Garkas del foro menteenjambre. Sin más preámbulos os dejo con... El lamento.
El Lamento
Angelo, capitán de la primera compañía, se mantuvo en silencio durante toda la locución de su señor Malakim. Le gustaba estar en segundo plano, ausente, pero todos sabían que era una fachada. No actuaba nunca sin haber analizado cada detalle, cada dato. No concebía enfrentar a los enemigos del imperio sin haberlos estudiado a conciencia.
En un momento dado alzó la vista y vio aquella silla vacía. Eran marines espaciales, la élite entre las fuerzas del imperio de la humanidad, insensibles a tantas cosas que aquellos ajenos a un capítulo llegaban a pensar que eran meras máquinas de guerra, pero aquel día no era así. Angelo era de por sí reservado pero esta vez la melancolía emanaba de él más de lo normal, parecía más humano. La pérdida del capitán de la quinta compañía, Caristo, fue más dura para él de lo esperado. Era más que un hermano de armas, habían forjado una amistad que había durado siglos. Su rivalidad nació muchos años atrás, pero poco a poco habían forjado un respeto mutuo que acabó siendo una amistad a prueba de cualquier debacle.
Aunque la melancolía seguía pidiendo a gritos aflorar con más fuerza, finalmente se centró y empezó a analizar cada detalle de la locución de su señor. Fue entonces cuando percibió un ruido intermitente. Miró a su alrededor, el ruido provenía del capitán Morpheus, estaba especialmente nervioso y lo demostraba asintiendo constantemente a la disertación del señor del capítulo y repiqueteando sus dedos.
Angelo sabía siempre cómo iba a actuar Morpheus, para él era un libro abierto. Morpheus fue elegido capitán a muy temprana edad gracias a su apoyo, era el más joven de todos ellos. Luchó en muchas batallas, y poco a poco su inexperiencia en tales lides fue menguando. Pero, para Angelo seguía siendo en muchos aspectos aquel joven novato que no dudaba en lanzarse al asalto sin pensar en las consecuencias. Supo desde el primer instante que sería él quien aceptaría este reto sin dar opciones al resto de sus homólogos.
Cuando Morpheus dejó el puente de mando de la Mater Lachrymarum cerró los ojos y cruzó las manos. Los restantes capitanes se levantaron de sus sillas y se retiraron al poco rato sin hacer ruido para no molestar a Malakim mientras meditaba.
—Angelo, ¿crees que conseguiremos sobrevivir a la cruzada? —fueron las tenebrosas palabras que surgieron de la garganta del Señor de la Ruina.
—Sólo el Emperador lo sabe, mi señor —fue la respuesta de Angelo—. Pero si no aniquilamos a los tiránidos ahora seremos asimilados sin remedio.
Malakim no respondió a la afirmación de su consejero más íntimo. Los dos sabían cuál era la repuesta, sin embargo, nunca darían su brazo a torcer. Angelo se levantó de su asiento y se desplazó en silencio por la pasarela del puente de mando de la Mater Lachrymarum.
—La aeronave de Morpheus es como un destello en la oscuridad, y ahora está descendiendo hacia nuestro destino —Dijo Angelo al situarse junto a Malakim y poniéndole su mano en el hombro.
—Así sea.
Morpheus no pudo reaccionar a tiempo, el tirano se balanceó evitando la embestida del capitán. El tiránido giró sobre sí mismo y los sables óseos empezaron a crepitar mientras describían una trayectoria ascendente impactando en el costado del marine espacial, que salió despedido por el impacto . Morpheus vomitó sangre. La mirada del tirano cambió, si hubiera tenido consciencia o sentimientos lo primero que habría pensado era que no debía perder esta oportunidad. Su cola impactó en el marine estrellándolo contra el suelo.
Raphen, vio la escena como a cámara lenta: debía actuar lo antes posible o su hermano moriría. Intentó esquivar nuevamente a la criatura, estrellando su puño en la cara del guardia tiránido . La bestia se tambaleó y en ese instante le aplicó una ración de bólter que no olvidaría.
El gran tirano se aproximó a Morpheus, quien permanecía inconsciente en el suelo. Su cola prensil se enrolló entorno al cuello del marine y lo alzó sin esfuerzo. Un brillo en sus ojos surgió, era una mirada de satisfacción o eso podría parecer si los tiránidos tuvieran sentimientos. Levantó uno de sus sables y se propuso ensartar al Lamentador. Cuando de repente se oyó un zumbido, el tirano giró la cabeza antes de ser alcanzado por el impacto de un misil.
Hedesiel miró al cielo, Pheles había regresado pero no iba sólo. Varias stormravens surcaban el cielo anaranjado esquivando a las bestias aladas. Un temblor se produjo, Hedesiel se giró y pudo ver una gran nave de carga surgir del interior de la ciudadela. Al ascender lentamente hacia el espacio eclipsaba el sol, era una escena fantasmagórica y esperanzadora. —La primera parte de la misión se había cumplido pero la segunda iba por mal camino—. Pensó Hedesiel.
Darius cayó como el plomo una vez el lictor sacó su garra del hombro mientras desaparecía gracias a sus escamas camaleónicas, justo cuando Raphen se abalanzó sobre ellos. Cogió el lanzacohetes y rodó por el suelo evitando un hipotético ataque del lictor, pero esto no ocurrió. Entonces hizo una señal a Hedesiel, quien había recogido a Trautaitorius y se colocó detrás del carnífex caído, cubriendo a sus compañeros de armas para que no cayesen en las fauces de los pequeños tiránidos. Raphen apuntó al lugar donde supuestamente estaba el tirano, pero no veía nada debido a la polvareda causada por el misil. No las tenías todas consigo que Morpheus no hubiera sido alcanzado por la explosión. Para Raphen, Pheles había sido un inconsciente por no calcular bien los pros y los contras de la situación.
Se fue disipando el humo y el polvo de la plaza. Los pequeños tiránidos retrocedieron, como si estuvieran esperando una señal. Raphen se mantuvo quieto, la holopantalla del lanzacohetes no detectaba movimiento alguno.
—Pheles, informe de la situación. ¿Dónde se encuentra el tirano? —Dijo Raphen.
Antes de que Pheles dijera algo, se pudo distinguir el cuerpo de Morpheus en el suelo. Estaba inconsciente pero no parecía tener ninguna herida grave después de todo. Se difuminó el humo y el tiránido no estaba allí. “No puede haberse volatilizado con el impacto del misil, si hubiera sido el caso, Morpheus estaría hecho pedazos también” pensó Raphen.
—¡Detrás tuyo! —Fueron las palabras que brotaron del intercomunicador. Raphen giró sobre sí mismo, y apretó el gatillo sin saber a ciencia cierta dónde se encontraba su adversario, la criatura tiránida más peligrosa y audaz, el Señor de la Horda. El tirano apareció sin previo aviso, cayendo encima suyo. La velocidad de reacción de los marines espaciales en este caso no fue tan veloz como se les suponía porque aquel ser se le anticipó y con sus cuatro sables óseos cortó el lanzacohetes antes de que el sistema se armara. Pero eso no fue lo peor que le podía ocurrir a Raphen, el tirano cayó con todo su peso sobre sus piernas. El crujido de los huesos heló la sangre de Hedesiel, pero el posterior alarido de dolor del sargento le hizo presagiar lo peor.
El tirano aulló hacia el cielo extendiendo los brazos reafirmando su poderío. Todos los seres no tiránidos ni marines se desmayaron ante tal poder psíquico. Hedesiel creyó ver un sentimiento de satisfacción, cuando su lengua pasaba entre sus dientes. Entonces pareció cambiar de expresión y dirigió su mirada nuevamente hacia Raphen. El sargento se estaba recomponiendo e intentaba coger su bólter. La sangre emanaba de sus piernas de manera escandalosa. Hedesiel debía hacer algo rápido porque Raphen podría perder las piernas. Estaba siendo un enfrentamiento desastroso para ellos, los tiránidos habían asimilado todas las tácticas de los Lamentadores tras varias batallas. Sólo el instinto podría sacarles de ese atolladero.
El tirano pisó el brazo del sargento, imposibilitando que pudiera asir su bólter. Miró a Hedesiel y alzó uno de sus sables. Raphen estaba rabioso, sabía que su fin había llegado antes de lo esperado, pero al menos una parte importante de la misión se había cumplido. Habían desviado la atención de los tiránidos y permitido la huida de gran parte de la población de Batera.
El tirano volvió a lanzar otro mandoble con la intención de acabar con la vida del marine, pero su golpe fue detenido en seco. En ese instante se habían teletransportado al campo de batalla la primera compañía, encabezados por su capitán Angelo. Es más, fue él quien evitó que el tirano partiera en dos al sargento de la tercera compañía. Empuñaba una lanza astartes la cual paró el golpe mortal del Señor de la Horda.
—El Precio de la Victoria —dijo Hedesiel al identificarla enseguida. Era una lanza sagrada para el capítulo de los Lamentadores. Portar esa Lanza era tanto un honor como una carga para los guerreros del capítulo Había sido empuñada al frente de muchas grandes victorias y memorables batallas. Sin embargo, la mayoría de sus portadores habían caído en esos momentos de triunfo antes de poder volver a los salones del Capítulo. Los portadores de esta lanza tendían a preocuparse por asegurar que venderían sus vidas lo más caro posible cuando llegara el momento.
— Llegó el día en el que nuestros destinos se encontraron, abominación. Pero de aquí no saldrás victorioso. — Dijo con voz serena el curtido Astartes.
Poco a poco, ambos adversarios tensaron los músculos. No querían ceder ni un milímetro. Angelo sabía que no podría con aquella bestia a base de fuerza bruta, por lo que cambió de postura y pilló a contrapié al tirano. Bajó su centro de gravedad y el tirano se desequilibró. Pero cubrió su costado evitando un posible ataque de su rival, entonces Angelo no perdió su oportunidad y agarró a Raphen. El sargento cogió su bólter y lanzó una descarga de plomo al tiránido sin dudarlo un instante mientras Angelo y él retrocedían. Angelo blandía el Precio de la Victoria defendiéndose. El tirano se recompuso y se alzó, estaba herido, pero no parecía inmutarse.
La escuadra de Angelo se había encargado de recoger a los miembros de la escuadra de Raphen. Los bólters de asalto acababan con los hormagantes y devoradores rápidamente. El hermano Theofrastus y su cañón de asalto mantenían a raya a la guardia tiránida.
El hermano Ophan se encargó de Raphen, Angelo estaba preparado para enfrentarse a uno de sus mayores retos, derrotar al arma perfecta del enjambre.
—Uno contra uno —Dijo Angelo, mientras meneaba su mano indicándole a aquella criatura que él era su rival.
Se colocó en posición defensiva, mientras el tirano se desplazaba en círculos alrededor del capitán. Nadie osó intervenir en el duelo, incluso los tiránidos se mantenían a distancia de la zona del combate como si fuera el ojo de la tormenta. Finalmente, Angelo susurró unas palabras y la lanza empezó a brillar. Entonces se lanzó contra el tirano. Sus movimientos eran rápidos, aunque no tanto como su rival por llevar una armadura de exterminador. Sus estocadas eran detenidas por los cuatro sables óseos, pero iba retrocediendo el tirano ante el ímpetu del capitán hasta que lo arrinconó contra el muro de la fortaleza. Sin embargo, el tirano se impulsó hacia atrás, apoyó las patas en el muro y saltó sobre el capitán girando sobre sí mismo. Sus sables acariciaron la mejilla de Angelo y parte de su armadura. Si hubiera sido un soldado de la guardia imperial estaría muerto, pero era un Guerrero Astartes.
—No está nada mal, para ser un engendro —Dijo Angelo mientras se lamía la pequeña herida de su pómulo.
El tirano abría su boca en lo que parecía una horrenda mueca, entonces sus ojos y epidermis empezó a tornarse fluorescente. Angelo supo al instante que estaba en problemas. Sabía cuándo los poderes de la disformidad estaban a punto de actuar. No quiso dejar a aquella bestia descargar sobre él aquel poder del inmaterium. Hizo rodar la lanza e intentó ensartar a la criatura, pero este paró su ataque con dos de sus sables. Los ojos del tirano empezaron a crepitar.
— Me has... — Empezó a decir Angelo.
—Cargas termonucleares activadas señor —el intercomunicador interrumpió al capitán.
La escuadra de Angelo desapareció de la plaza teletransportándose con sus compañeros heridos.
—Soy un maleducado, os dejo solo en este lugar. —dijo Angelo, mientras desaparecía en el justo momento en que el tirano descargaba su poder.
Reapareció en la plataforma de despegue de la Mater Lachrymarum. Hincó la rodilla en el suelo, después de todo sí que había recibido parte del golpe del inmaterium. Un regusto de sangre le subió por la tráquea. El hermano Hedesiel se le acercó y le tomó las constantes vitales.
—Esa bestia es muy dura, pero no moriréis hoy mi señor —dijo Hedesiel a Angelo, mientras le ayudaba a levantarse—. Morpheus y mis compañeros han esquivado una muerte segura gracias a su intervención.
—No podíamos dejar a nuestros hermanos a su suerte. ¿Cómo se encuentran Raphen y Morpheus?
—Morpheus sigue inconsciente, no sabemos el porqué, mientras que Raphen necesitará varios días de reposo para que sus huesos suelden. Pero lo importante, es que cumplimos la misión.
—Así es, hemos salvado a la gente de Batera, pero hemos perdido el sistema —dijo Angelo—. Finalmente habrá que llevar a cabo el Exterminatus.
En ese instante se produjo la explosión termonuclear que arrasó la fortaleza. No era una forma honorable de luchar, para él era un fracaso.
De repente las luces y bocinas empezaron a sonar —La flota tiránida se dirige hacia nosotros—. Una voz resonaba con eco en los intercomunicadores.
Grandes naves enjambres estaban llegando al planeta. Estas naves eran más grandes que los acorazados y según decían eran las responsables de la destrucción de la atmósfera y de los océanos desde la órbita. Varias naves dron que acompañaban a las grandes bionaves tiránidas detectaron la flota de los Lamentadores y cambiaron de rumbo. No podrían detener a esos seres por mucho tiempo.
Los cazas repelieron la primera intentona, pero empezaban a escasear las municiones. Pero entonces, el espacio se colapsó y una gran cicatriz se abrió en el sistema. Era un agujero que desgarraba las costuras de la realidad a una escala inimaginable. Las tormentas que brotaron del vacío barrieron todos los rincones del sistema de Altera. Los guerreros astartes empezaron a tener visiones de un ángel sobrevolando un valle bañado en sangre, los delirios fueron aumentando y algunos de los hijos de Sanguinius cayeron en la rabia negra.
La tormenta disforme engulló a la flota de los Lamentadores y a algunas bionaves tiránidas. Tan rápido como se produjo el colapso del espacio material, se marchó dejando el sistema planetario de Altera en las garras de los tiránidos.
La flota enjambre fue consumiendo el planeta sin que pareciera molestarles la desaparición de sus congéneres o los marines espaciales. Cuando acabaron con los últimos restos de biomasa del sistema, las bionaves tiránidas tomaron dirección hacia el siguiente punto en el espacio. Veían a lo lejos un pequeño destello que les llamaba, el Astronomicon.
Altera era sólo una roca inerte cuando del espacio profundo surgió una señal de auxilio que decía así:
— Dante, Señor de los Ángeles Sangrientos, solicita a todos los hijos de Sanguinius que regresen a Baal para la última guerra contra el gran devorador. Somos la última esperanza del imperio humano.
Todo estaba perdido.
Espero que el relato os haya gustado. A partir de aquí empieza vuestra imaginación y si os ha gustado puedo expandir la historia a más relatos contando que les ha pasado a mis queridos Lamentadores.
Nos vemos pronto con una entrada de Taller.
Hasta luego.
Impecable.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho
Gracias Wolfen.
EliminarUn muy buen relato, aunque tengo entendido que fueron los Lamentadores los únicos Hijos de Sanguinius que no se pasaron a defender Baal, estoy seguro de que pese a su mala suerte volveran pues estan llamados a sobrevivir sin importar lo mal que lo pasen.
ResponderEliminarAsí fueron los únicos que no fueron tras la petición de ayuda de Sanguinius. Con esta historia he buscado justificar el no regreso a Baal y el porqué se cree que han sido asimilados supuestamente por los tiránidos. Tengo un as en la manga para que vuelvan con el nuevo trasfondo de GW, y seguro que sabéis que es si estáis un poco al tanto de lo que últimamente ha pasado. :)
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