"Te prometo que será un pinchacito de nada..." |
Muy buenas a todos, hace no mucho que salió la nueva gama de miniaturas de la Guardia de la Muerte y fue incorporada a las reglas de Warhammer Profanus, para todos aquellos que quieran ir sabiendo un poco más de estas nuevas unidades, ya no solo a efectos de juego sino en trasfondo, iremos traduciendo poco a poco las mismas para que sepáis cuál es su por qué en el ejército de Mortarion. Cada uno o dos días habrá uno nuevo, hoy le toca a los Putrificadores (Biologus Putrifiers)
PUTRIFICADORES
La principal labor de la Guardia de la Muerte es extender los generosos regalos del Nurgle por todo el universo. Los Putrificadores juegan un rol vital en tal proceso, pues son ellos los que refinan las horrendas mezclas de los Engendraplagas, y las destilan para llevarlos a su máximo potencial.
Los Putrificadores son portadores de una mutación única: ojos lechosos sin párpados que se desarrollan como quistes bajo su carne. Conocidos como "lobóculos", la visión de estos repulsivos orbes puede penetrar la armadura, la carne y el hueso hasta percibir los matices de la infección propagándose por un cuerpo vivo. Los Putrificadores gritan sus observaciones a sus subalternos y a los escribas demoníacos, llenando de conocimientos prohibidos tomos de correoso pergamino.
Impulsados por el deseo demencial de probar sus plagas refinadas hasta perfeccionarlas, los Putrificadores llevan a cabo un rol muy activo en la difusión de enfermedades en el campo de batalla. De su espalda cuelgan montones de granadas de plaga, agitándose rellenas de las últimas plagas nocivas traidas directamente de las fábricas de enfermedades. Las Cabezas de muerte gotean un limo fétido. Los alambiques de cristal están cargados de mezclas burbujeantes y potentes gases. A cada movimiento, estos frascos y recipientes chocan y campanean, amenazando con romperse y derramar su nocivo contenido. A medida que la furia de la batalla se extiende a su alrededor, los Putrificadores urgen a sus hermanos Marines de Plaga a coger las granadas de plaga de su espalda como si se tratara de fruta madura y a arrojarlas contra las filas enemigas.
Con cada descarga de granadas la epidemia se extiende, y los Putrificadores observan cada uno de sus matices como si lo vieran a cámara lenta gracias a sus lobóculos. Sin embargo, su tarea no se centra meramente en observar; las muestras deben extraerse, y las pruebas deben efectuarse. Ahí es cuando sus pistolas de agujas envenenadas entran en acción. Abriéndose paso entre sus temerosos enemigos, los Putrificadores seleccionan a los elementos más intrigantes para lanzarse a por ellos. Algunos buscan a los enemigos más resistentes del campo de batalla, otros a los que se muestran más propensos a la infección, a los más valientes, los más rápidos o siguiendo cualquier otro criterio esotérico que crean que podrán comprobar con sus sujetos de prueba.
Tras seleccionar a sus víctimas, el Putrificador ataca. Disparan sus pistolas de agujas envenenadas contra los lugares vulnerables como la carne expuesta, las juntas de las armaduras o a los visores antes de inyectarles una dosis concentrada de inmundicia en el cuerpo de la víctima. Los resultados raramente son menos que espectaculares, con sus víctimas estallando, licuándose hasta formar un lodo aullante, vomitando nubes de oscilantes moscas o cualquiera de los infinitos síntomas asquerosos y misericordiosamente letales. Aquellos especímenes cuyas muertes resultan especialmente fascinantes son perforados con la pistola de agujas una vez más, esta vez para extraer cualquier inmundicia coagulada que ha acabado sustituyendo a su sangre, lista para realizarle un estudio posterior.
Aquellos enemigos que entienden la amenaza que significan los Putrificadores hacen todo lo que está en su mano para eliminarlos con rapidez. Pero incluso esto puede significar su final, pues ya sea porque el Putrificador ha sido eliminado debido a una gran potencia de fuego o por un golpe lo suficientemente potente, el ataque seguramente quiebre su colección de granadas de plaga, liberando su letal contenido formando una bulliciosa neblina que acabará con cualquiera que carezca de las bendiciones de Nurgle.
FÁBRICAS DE ENFERMEDADES
Las fábricas de enfermedades del Planeta de Plaga están tan abotargadas y corruptas como los seres que vagan entre sus muros. Son descomunales abominaciones de tuberías rezumantes, cubas burbujeantes, chimeneas apestosas y cajones oxidados repletos de sujetos de prueba e ingredientes vivos. Tan vastas son que sus amos, los Engendraplagas y los Putrificadores, las han dividido virtualmente en naciones, cada una de ellas comandada por un anciano Engendraplagas que se ha enquistado en lo más hondo de las mismas.
Millones de cultos mortales residen en dichas fábricas, apresurándose a realizar las tareas encomendadas por sus despreciables amos y adorando a los Marines de plaga como si fueran semidioses enviados por Nurgle, a pesar de que ello los conduce a enfermar lentamente y a morir. Dedicados a preparar las plagas favoritas de sus señores, estos lunáticos vestidos con harapos se enzarzan en guerras entre sectas por los pasillos y cámaras de preparación, la mayoría de las veces simplemente para divertir a sus señores de la Guardia de la Muerte.
Los Putrificadores son portadores de una mutación única: ojos lechosos sin párpados que se desarrollan como quistes bajo su carne. Conocidos como "lobóculos", la visión de estos repulsivos orbes puede penetrar la armadura, la carne y el hueso hasta percibir los matices de la infección propagándose por un cuerpo vivo. Los Putrificadores gritan sus observaciones a sus subalternos y a los escribas demoníacos, llenando de conocimientos prohibidos tomos de correoso pergamino.
Impulsados por el deseo demencial de probar sus plagas refinadas hasta perfeccionarlas, los Putrificadores llevan a cabo un rol muy activo en la difusión de enfermedades en el campo de batalla. De su espalda cuelgan montones de granadas de plaga, agitándose rellenas de las últimas plagas nocivas traidas directamente de las fábricas de enfermedades. Las Cabezas de muerte gotean un limo fétido. Los alambiques de cristal están cargados de mezclas burbujeantes y potentes gases. A cada movimiento, estos frascos y recipientes chocan y campanean, amenazando con romperse y derramar su nocivo contenido. A medida que la furia de la batalla se extiende a su alrededor, los Putrificadores urgen a sus hermanos Marines de Plaga a coger las granadas de plaga de su espalda como si se tratara de fruta madura y a arrojarlas contra las filas enemigas.
Con cada descarga de granadas la epidemia se extiende, y los Putrificadores observan cada uno de sus matices como si lo vieran a cámara lenta gracias a sus lobóculos. Sin embargo, su tarea no se centra meramente en observar; las muestras deben extraerse, y las pruebas deben efectuarse. Ahí es cuando sus pistolas de agujas envenenadas entran en acción. Abriéndose paso entre sus temerosos enemigos, los Putrificadores seleccionan a los elementos más intrigantes para lanzarse a por ellos. Algunos buscan a los enemigos más resistentes del campo de batalla, otros a los que se muestran más propensos a la infección, a los más valientes, los más rápidos o siguiendo cualquier otro criterio esotérico que crean que podrán comprobar con sus sujetos de prueba.
Tras seleccionar a sus víctimas, el Putrificador ataca. Disparan sus pistolas de agujas envenenadas contra los lugares vulnerables como la carne expuesta, las juntas de las armaduras o a los visores antes de inyectarles una dosis concentrada de inmundicia en el cuerpo de la víctima. Los resultados raramente son menos que espectaculares, con sus víctimas estallando, licuándose hasta formar un lodo aullante, vomitando nubes de oscilantes moscas o cualquiera de los infinitos síntomas asquerosos y misericordiosamente letales. Aquellos especímenes cuyas muertes resultan especialmente fascinantes son perforados con la pistola de agujas una vez más, esta vez para extraer cualquier inmundicia coagulada que ha acabado sustituyendo a su sangre, lista para realizarle un estudio posterior.
Aquellos enemigos que entienden la amenaza que significan los Putrificadores hacen todo lo que está en su mano para eliminarlos con rapidez. Pero incluso esto puede significar su final, pues ya sea porque el Putrificador ha sido eliminado debido a una gran potencia de fuego o por un golpe lo suficientemente potente, el ataque seguramente quiebre su colección de granadas de plaga, liberando su letal contenido formando una bulliciosa neblina que acabará con cualquiera que carezca de las bendiciones de Nurgle.
FÁBRICAS DE ENFERMEDADES
Las fábricas de enfermedades del Planeta de Plaga están tan abotargadas y corruptas como los seres que vagan entre sus muros. Son descomunales abominaciones de tuberías rezumantes, cubas burbujeantes, chimeneas apestosas y cajones oxidados repletos de sujetos de prueba e ingredientes vivos. Tan vastas son que sus amos, los Engendraplagas y los Putrificadores, las han dividido virtualmente en naciones, cada una de ellas comandada por un anciano Engendraplagas que se ha enquistado en lo más hondo de las mismas.
Millones de cultos mortales residen en dichas fábricas, apresurándose a realizar las tareas encomendadas por sus despreciables amos y adorando a los Marines de plaga como si fueran semidioses enviados por Nurgle, a pesar de que ello los conduce a enfermar lentamente y a morir. Dedicados a preparar las plagas favoritas de sus señores, estos lunáticos vestidos con harapos se enzarzan en guerras entre sectas por los pasillos y cámaras de preparación, la mayoría de las veces simplemente para divertir a sus señores de la Guardia de la Muerte.
Sus reglas en Warhammer Profanus
Es una miniatura muy interesante en el ejército. Recordar que yá podéis jugar con todas las reglas de la Guardia de la Muerte actualizadas en el sistema. Para más información: Guardia de la Muerte.
Muchas gracias chicos!!!
ResponderEliminarDe nada colega, que lo disfrutes!
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